Rafael Salomón
Comunicador católico

El verdadero éxito


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Tuve la oportunidad de colaborar en un evento para Latinoamérica, estuve a cargo del guión y contenido. Durante estos intensos días hubo un solo tema que además de ser recurrente, era el motivo por el cual se realizaba esta convención.



Todo giró en torno al éxito: éxito comercial, éxito para alcanzar las metas y estándares establecidos, éxito material, éxito profesional, en fin, todo aquello que hace que una persona se defina por cifras y estándares alcanzados.

Los éxitos necesarios en nuestra vida

Se le motivó a la audiencia a alcanzar por todos los medios ese tipo de éxito, el que beneficia económicamente, el que puede verse por medio de gráficas, el éxito que los números pueden contabilizar.

Sin duda, aspectos muy importantes para las empresas, ya que la crisis y el mercado se han contraído y es necesario reactivar la economía ya que muchas empresas están en grave peligro de extinción.

Sin embargo, a lo largo de todos estos días de convención, nadie habló de esos éxitos que a mi particular punto de vista, son necesarios en nuestras vidas. Esos que deben tomarse en cuenta para realmente llegar a ser un trabajador que destaca y cumple con los objetivos que la empresa desea alcanzar.

Tal vez el problema del éxito sea, que se trata de una autoevaluación que es tan alta, que nos produce ansiedad por alcanzarlo, creo que lo hemos sobrevalorado como sociedad y tanta positividad nos llega a cansar.

La imagen que una gran mayoría de personas tiene en cuanto al éxito, es: buscar sobresalir, destacar, ser diferentes. En el evento nadie puso énfasis ni importancia al tipo de éxito que es ser una buena persona, con esto me refiero a que ser una buena persona debería ser una meta a alcanzar y por supuesto a vivir, una buena persona como hijo, como padre de familia, como amigo.

El éxito con los nuestros

Me preguntaba ¿cuántas de las personas que se encontraban en el evento, sabrían ser amables con los suyos? Seguramente, muchos de los empleados, pasarían largas horas dedicadas a la realización y ejecución de lo que les corresponde en la empresa, y tal vez, descuidando a los más cercanos, su familia, sus amigos.

Lo entiendo, ya que los estándares que piden las organizaciones se centran en aquello que les interesa, pero descuidan lo más importante y valioso, la parte humana; me refiero a buscar el éxito con los nuestros.

Un buen hijo, podría ser: aquél que se ocupa y preocupa por sus padres, no solo por mensaje o llamada, sino que está con ellos cuando se le necesita y también cuando no.

Un hijo que sabe acompañar a sus padres en su vejez, que con paciencia y cariño sabe acompañar en la enfermedad, tener esa hermosa responsabilidad de regresar un poco de lo que ellos en su momento tuvieron la oportunidad de darles, regresar con amor y profundo respeto un poco de su tiempo, entendiendo, que un día tan solo nuestra presencia será todo lo que tengan.

El éxito de ser un buen hijo, debería ser motivo de inspiración, pero no, esos temas no son relevantes para las empresas. La empresa busca el éxito comercial, descuidando a veces a las personas.

En este tiempo, me preguntaba ¿cuántos de los que están siguiendo este evento tienen padres enfermos o contagiados por Covid? Nadie preguntó por los padres de los asistentes, en ningún momento de la convención.

 Scaled

Un éxito efímero y sin entrañas

Se supondría o se daba por hecho que TODO ESTABA BIEN y que esos temas son irrelevantes, ser un buen hijo debería ser una prioridad, un tema de importancia. Me imagino que todos saben que estamos en tiempos de pandemia, donde la vida ha cambiado y se ha transformado, para todos y especialmente para los adultos mayores.

Recordemos que nadie puede dar lo que no tiene y si el éxito que tanto se persigue no inicia realmente desde nuestras relaciones más cercanas, seguirá siendo un éxito efímero y sin entrañas.

A veces pienso que los temas importantes y relevantes de la vida, no tienen nada que ver con los objetivos que la sociedad propone, me refiero a esta sociedad en donde lo más importante es alcanzar, lograr, contabilizar y acumular.

No cuestiono esta postura, ya que es la manera en la que se nos ha acostumbrado a vivir, pero sinceramente, dónde quedará todo esto cuando nos vayamos de aquí. Muchas personas sacrificarán su existencia con tal de lograr aquello como si se tratara de una presea, decir la final del camino: logré lo que me propuse, pero descuidé la relación con los míos.

Alcancé mis metas, sin fijarme a quién tuve que hacer a un lado del camino. Logré mis objetivos, aunque mi conciencia no esté tranquila nunca.

La persona exitosa

En fin, hay mucho que reflexionar acerca de este tema, porque desde pequeños se nos motiva a competir, esto hace que muchas personas siempre estén compitiendo como una forma sistemática de vivir.

Buscan el éxito para darle sentido a sus vidas. De qué nos sirve, ganar el mundo entero si no tenemos a Dios en nuestro corazón. De poco sirve ser reconocidos por nuestros logros si el fin que se perseguía era solo el reconocimiento y la envidia de los demás.

Sin engañar a nadie, muchas personas anhelan ser exitosas para generar admiración y envidia en los demás. Buscan siempre la distinción, desean ser tratados de manera diferente, por una razón: según ellos, viven de manera exitosa.

Me gustaría que juntos reflexionáramos acerca de la posición en la que tenemos y vemos a una persona exitosa.

Porque el verdadero éxito lo tenemos cuando vivimos con amor y paciencia, tratando de resolver aspectos sencillos de la vida con amor y compasión y cuando nuestra vida deja de ser una carrera vertiginosa por alcanzar “algo”, cuando vivimos con tranquilidad y disfrutamos lo que hacemos en todo momento, ayudando a nuestros semejantes, empezando por nuestra familia.