El voto de las personas religiosas fue la principal cantera de Trump ya que solamente obtuvo el voto del 26% de los electores que carecen de adscripción religiosa. La agencia NORC de la Universidad de Chicago realizó una encuesta a 110.000 votantes en la que se puede estudiar detalladamente el voto en las elecciones de noviembre de 2020. Trump ha recibido el 80% del apoyo de los cristianos evangélicos y el 50% de los católicos (49% para Biden). Incluso siendo Biden católico, entre los blancos católicos el apoyo electoral a Trump se elevó hasta el 57%. En cambio, los latinos católicos se inclinaron masivamente a favor del Biden (67%) y Trump recibió solamente el 32% de su voto.
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El movimiento pro-vida
La orientación del movimiento pro-vida en Estados Unidos cae en una contradicción difícil de entender. Con tal de que avanzara la agenda antiabortista, el cristianismo estadounidense ha apoyado que la Casa Blanca estuviera presidida por un reconocido predador sexual que denigra a las mujeres y que dice que su cita evangélica preferida es “ojo por ojo, diente por diente” (que no es evangélica).
El presbiteriano Trump ha dirigido un mensaje al mundo cristiano basado en tres factores de atracción. Primero, ha aplicado al mundo católico la misma estrategia que le ha traído éxito en general: dividir. Así hay que entender sus críticas a la doctrina social y ecológica del papa Francisco y su ensalzamiento –foto incluida con una estatua- de san Juan Pablo II –quien por cierto también mostró la misma radicalidad social que Francisco-. Todo vale con tal de dividir. Segundo, ha puesto en primera línea su rechazo al abortismo precisamente por ser la cuestión que más divide a los estadounidenses. En tercer lugar, su tercer pilar ha sido la estigmatización del Islam y el fomento del supremacismo cristiano, otro factor de polarización. El Foxismo o trumpismo ha logrado que la Iglesia católica esté dividida en América y es urgente un profundo trabajo de sanación.