Confieso que nunca me han interesado los ‘reality shows’. Cuando ha sucedido algo que ha resultado más sonado en esos programas, me he enterado, bien por las conversaciones de los universitarios en la cafetería, bien por las tendencias de Twitter. Por eso, cuando la semana pasada aparecía como tendencia “Elena Cañizares” y “se queda en casa”, estaba convencida de que se trataba de algún ‘reality’ en el que una de las participantes estaba siendo nominada para abandonar el lugar de convivencia. Tardé mi tiempo en comprender que no era el caso, pues se trata de una estudiante que ha compartido en Twitter una conversación privada por WhatsApp con sus compañeras de piso. Esta chica puso a toda la sociedad española a opinar y discutir en las redes sociales sobre la problemática que tiene con las otras tres estudiantes con las que comparte el piso.
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Entre lo público y lo privado
Está claro que este asunto tiene muchas cuestiones espinosas que generan la reflexión, desde el motivo de la discusión hasta el hecho de que genere tanto impacto. A mí, lo que más me cuestiona son dos temas. Por una parte, ¿qué dice de nosotros como sociedad el hecho de entrar con ese entusiasmo en los “dimes y diretes” de un piso compartido por universitarias? No olvidemos que hasta los telediarios se hicieron eco y hablaron de ello. Por otro lado, creo que lo que más me hace pensar es el modo en que se ha difuminado esa fina línea que separa lo público de lo privado. Vivimos en una época de cierto exhibicionismo, en la que lo que no se muestra, no existe. Pero me temo que ni siempre se es consciente de los altos precios que supone vivir de cara a la galería, ni nos preguntamos con honestidad si realmente queremos pagarlos.
Cuando un conflicto casero deja de compartirse solo con los amigos cercanos para convertirse en ‘trending topic’, creo que algo no va bien. Está en juego qué entendemos por intimidad y cómo respetamos y cuidamos la de aquellas personas implicadas en nuestra existencia. Es verdad que Jesús reconoce que “no hay nada oculto que no llegue a mostrarse” (Mc 4,22), y que aquello qué decimos a escondidas será gritado en las terrazas (cf. Lc 12,3). Pero, para que esto sea constructivo y lo que decimos haga crecer a todos, también necesitamos ese espacio de intimidad reservado para nosotros y para el Señor de nuestra existencia del que hablaba en el blog anterior. Si visitáramos con más frecuencia esa “batcueva”, quizá tendríamos más claridad para distinguir aquello que tiene que ser público y lo que conviene quedarse en el ámbito privado, por más memes que se pierda Twitter.