“Me enamoré de La Ronda de Boltaña en una escapada muy especial a los Pirineos… No sabéis lo que me emociona haber podido cantar con ellos esta preciosa canción con una historia y un mensaje tan potente ¡Y vídeo de lagrimita! ¡Ojo! 🙏 Ya podéis disfrutar de ‘La tumba de la golondrina’ 💕”.
Este tuit se dejó caer en la interminable lista de los muchos que todos recibimos. Y menos mal que lo rescaté al vuelo, el pasado 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, buscando canciones con historias sencillas –muchas veces anónimas– de mujeres migrantes.
Escuché la canción mil veces. Me emocionó por la música, por la letra, por el soporte visual del video, por la danza que ofrece… y porque la gran Rozalén trataba el tema de las migraciones. Una cantante que no se cansará nunca de hacer canciones con mensajes concienciadores o de contarnos historias tan reales como la vida misma. Con letras con las que la cantante te recorre todo el cuerpo, te hacen pensar y reflexionar, a la vez que te dejas llevar por sus melodías. ‘La tumba de la golondrina’ nos habla y contagia del empuje y la esperanza de un puñado de mujeres. Pequeñas. Niñas.
Una hermosa mediación múltiple para ir al corazón de las migraciones y al sueño de los emigrantes. Que vuelan y vuelan. La potencia individual de la cantante acunada por La Ronda de Boltaña para rendir homenaje emocionado a los emigrantes atravesando fronteras. En este caso fronteras cercanas: de Aragón a Francia. Una historia oculta que aborda la conocida como inmigración golondrina, que tenía lugar en el Pirineo a principios del siglo XX de forma estacional y relata las crudezas de esta situación en la que muchos perdían la vida y dejaban atrás a muchos seres queridos. En forma de cuento, la canción aborda la triste historia de quienes se fueron y ya no pudieron volver, y de los que solo quedó de recuerdo una golondrina que se erige como ornamento en su lápida.
Tras el verano las niñas dejaban sus casas en Roncal y Salazar, desde Aragón y Navarra, y cruzaban los Pirineos para ir a trabajar hasta primavera en la industria alpargatera francesa. Les llamaban ‘golondrinas’ (‘hirondelles’ en francés), por ir vestidas de negro y por la época en que abandonaban sus casas y regresaban después. Unas chicas que ni siquiera podían cambiar la moneda francesa por la española con el sueldo de su trabajo en la fábrica de alpargatas de Mauleon. Por lo que solían gastar lo que ganaban en hacer el ajuar que traían de regreso a España. Es decir, como muchos emigrantes de todos los tiempos : Caminar, trabajar… para soñar.
¿Nos hemos olvidado de Aylan?
De eso trata la canción. De vuelos y de sueños con una historia del pasado, pero muy actual, porque se trata de mujeres y de inmigración. Reivindicando derechos. Nos enternece (con ternura de la buena).
Rozalén asemeja esa historia a los niños de hoy tirados en las playas (¿nos hemos olvidado de Aylan?):
“¿Te he de recordar
el niño ahogado que trajo el mar?
¿O a los que llorando vagan
solos por el desierto?
¿Quieres cerrar la puerta?
Piensa en tus hijos subiendo el puerto.
¿Te he de recordar
que aquí aún sabemos qué es emigrar?”.
Sé algo de esto al ver los ojos de una niña inmigrante. Como aquella a quien cuidé un rato contándole algún cuento, y que me cantó una canción de su mamá mientras esta buscaba recursos y papeles de empadronamiento. Al preguntarle de donde era, la niña nada más me dijo que “venía de fuera…”. Y que quería volver a su casa.