La renuncia
Cuando el 11 de febrero de 2013 Benedicto XVI anunció su renuncia como Papa a partir del las 8 de la tarde del 28 de febrero entró en la historia de una manera insospechada. No muy lejos en el tiempo quedaban las traiciones que se conocieron como el Vatileaks, el informe sobre la curia, el desvelo de alguno de los casos más duros de la pederastia en el seno de la Iglesia… y en horizonte los achaques de salud y la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro a la vista.
El propio Benedicto XVI dio los motivos en el consistorio de cardenales que había ese día: “Tras haber examinado repetidamente mi conciencia ante Dios, he llegado a la certeza de que mis fuerzas, dada mi avanzada edad, ya no se corresponden con las de un adecuado ejercicio del ministerio petrino”, decía. “Por esta razón, y muy consciente de la gravedad de este acto, con plena libertad declaro que renuncio al ministerio de obispo de Roma, sucesor de san Pedro”, añadía agradeciendo a todos su tarea y pidiendo perdón por los errores cometidos desde que en 2005 había sido elegido como romano pontífice por los cardenales.
En la última audiencia general de los miércoles, el 27 de febrero de 2017, insistía el Papa alemán frente a quienes ensalzaban el lento apagarse de Juan Pablo II al frente de la cátedra de Pedro: “No abandono la Cruz, sigo de una nueva manera con el Señor Crucificado”, para el papa Ratzinger “amar a la Iglesia significa también tener la valentía de tomar decisiones difíciles, teniendo siempre presente el bien de la Iglesia y no el de uno”. Desde entonces, Benedicto XVI ha optado por una vida de oración en la que la discreción ha sido su máxima. Eso sí, parece que con algunas excepciones.
La película
Mientras, estos días en la Mostra Internazionale d’Arte Cinematografica di Venezia se han estrenado 2 nuevos capítulos de la serie de Paolo Sorrentino sobre las intrigas vaticanas, que en esta ocasión se llamará ‘The New Pope’, la renuncia de Benedicto también ha hecho su aparición en otros festivales de cine. La plataforma audiovisual Netflix ha hecho un guion de a partir de la renuncia de la Benedicto XVI y, a la espera de su estreno en diciembre unos días después del cumpleaños del papa Francisco, ya se puede ver a Anthony Hopkins (como Benedicto XVI) y a Jonathan Pryceque (como el arzobispo Bergoglio) en el trailer de ‘Los dos Papas’.
Aunque, advertía estos días José Lorenzo en su blog, puede ser que la cinta juegue al “al maniqueísmo, con un Ratzinger malo y un Bergoglio bueno, aunque deja entrever el grandioso gesto sin el que, probablemente, el empeño de la reforma eclesial del Papa argentino no habría sido posible”. En las escenas que se avancen en el avance previo descubrimos algunos de esos detalles del tono de esta película “basada en hechos reales”. Benedicto XVI aparece hablando de los Beatles con su hermano mientras toca música clásica al piano, compara sus zapatos rojos pontificios con los ortopédicos de Bergoglio o se muestran los jardines de Castel Gandolgo como lugar para las confidencias sobre el estado de la Iglesia.
Esa misma Iglesia que, como escribió el entonces cardenal Ratzinger en el Via Crucis del Coliseo del Viernes Santo de 2005, está llena de suciedad: “¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! […] La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison, Señor, sálvanos”.
El silencio
Más allá de las fotos y las falsas alarmas de algunos golpes o moratones que ha sufrido el papa emérito, la verdad es que muchos no han entendido algunas de las intervenciones que el alemán ha tenido en los últimos tiempos. El pontífice que respaldó con su presencia en la plaza el Jubileo de la Misericordia o que visitaba desde la discreción hace unas semanas Castel Gandolfo –donde los vecinos le han reconocido como ilustre morados con una placa en la plaza– contrasta con el que ha escrito un ensayo sobre el problema de los abusos tratando de crear dudas sobre la actuación conjunta que el Vaticano está llevando desde sus organismos y está transmitiendo a las conferencias episcopales y familias religiosas. La publicación y difusión de estas notas, rectificaciones por determinados medios que los emplean como arma arrojadiza contrastan con el enérgico apoyo que Benedicto ha hecho en público y en privado cada vez que recuerda que el “el Papa es solo uno y ese en Francisco”. Las fotos en las que se ha tratado de instrumentalizar al papa emérito –como ocurre también con quienes tratan de aprovecharse de la instantánea con Francisco– las dejamos para otro día.
Ciertamente, el gesto de la renuncia no fue algo fácil o improvisado. Lo mismo ocurre con la norma del silencio que el propio Joseph Ratzinger se autoimpuso al acabar el mes de febrero de 2013. Y es que si bien hay silencios elocuentes –para muestra la carta reconvertida el prólogo que acabó con Dario E. Viganó al frente de la comunicación vaticana–, de la misma manera hay silencios cuya pasividad hace que sean rellenados por mensajeros con cuestionables intenciones pervirtiendo cualquier tipo de mensaje. Ya sea uno papa emérito o presidente de la comunidad de vecinos. Y creo, de corazón, que Benedicto XVI tiene la suficiente sabiduría para darse cuenta de esto.