Mientras caminaba por la calle, observé a una persona que estaba viviendo en situación de calle y comencé a reflexionar acerca de su condición, la cual se repite en todos los lugares del mundo como reflejo de muchas situaciones, tales como infancias rotas, adicciones y hasta el desacato de normas familiares.
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—Vivo bajo un puente, mi historia no es muy diferente a la de los que transitan diariamente cerca de donde me encuentro. Un día me tocó estar del otro lado, aunque de eso ya hace mucho tiempo. Tuve una familia, un trabajo y hasta hijos. Lo que sí te puedo decir es que, jamás imaginé que un día pudiera estar aquí, entre la inmundicia, mi soledad y mis miedos.
Vivo y es todo lo que sé, llegué a este puente como quien llega a cualquier lugar sin destino, las circunstancias, mi egoísmo, mi adicción y muchas otras cosas me orillaron a quedarme aquí, donde el tiempo no pasa y la esperanza se ha ido para nunca volver. Duermo de día, vivo de noche, nadie me espera y todo se ha convertido en una pesadilla y así huele este lugar, a temor.
Una pastoral para las personas sin techo
Los veo pasar, me dan miedo y sé que despierto las mismas emociones en ellos, así veo a los que pasan por el lado del puente. Vivir en este aislamiento y soledad hace que mi mente comience a crear mundos que cada vez son más dolorosos y violentos. Confundo la realidad con lo que hay en mis pensamientos. No quiero nada, sólo deseo que me dejen en paz, soy vida y soy muerte —.
También puse atención a quienes pasamos cerca y desafortunadamente, ninguno de nosotros queríamos cruzar nuestras miradas con él, tal vez por precaución o simplemente por miedo y es que no sabemos a qué nos podemos enfrentar. He sido testigo de la violencia que algunos muestran a quienes simplemente pasan a su lado.
Con gran sorpresa me enteré respecto al tema que existe una pastoral para las personas sin techo, un documento extenso con orientaciones para la pastoral de la carretera, del entonces Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes; una vez más la Iglesia universal respondiendo a las necesidades de las personas.
El Evangelio llega a lugares inimaginables
En su numeral 145, la Iglesia, con su opción preferencial por los pobres y los necesitados, anima a los cristianos a acompañar y a servir a estas personas, sea cual fuese la situación moral o personal en la que se encuentran. Para darse cuenta del estado de la pobreza en el mundo, también por lo que respecta a los ‘sin techo’, es suficiente pensar en el número de personas que carecen de vivienda en las grandes ciudades.
No cabe duda que el mensaje de Jesucristo permea llegando a las personas y comunidades que más lo necesitan, motivo que nos debería llenar de orgullo, nuestra Iglesia enfocada hace tanto bien a los seres humanos, cuando se hacen de lado nuestras diferencias y diversos puntos de vista el Evangelio llega a lugares inimaginables, como a las personas que viven debajo de los puentes.
“Él librará al indigente que pide auxilio y al pobre que no tiene quien lo ayude. Se compadecerá del desvalido y del necesitado y a los menesterosos les salvará la vida”. Salmo 72, 12-19.