Enfermera nuestra


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En el eje del mes de mayo, este año, irrumpe la Pascua del Enfermo, en medio de la conmoción de la pandemia, enfermedad de todos y para todos. Aunque, en realidad, desde que nacemos, siempre estamos amenazados por las grietas de nuestra vasija de barro. La enfermedad es un aviso de la muerte, del paso definitivo. Por eso nos vemos quebrados, inservibles, tocados por la fragilidad y, muchas veces, faltos de esperanza. Pero no debía ser así, porque creemos que salimos de las manos de Dios y a las manos de Dios volvemos: eso es Pascua. Y esa es nuestra fe, por eso la enfermedad, también es prueba y crisol de lo que creemos y esperamos.



Hay muchas enfermedades: físicas, psíquicas y del alma, (evito decir del corazón, que es lo que escribí en un primer momento, para que no pensemos sólo en cardiopatías o en esquizofrenias). Los rostros de la enfermedad son tantos como personas y hay muchas personas enfermas, más de las que nos pensamos. Solo es necesario que tu padezcas de alguna dolencia, para enterarte de tantas personas que viven o han tenido lo mismo que tú.

Dispensadora de remedios

Porque estamos en el mes de mayo, dedicado secularmente a María, me viene a la memoria que esta Pascua del Enfermo bien podíamos ponernos bajo su advocación.  Aquí en Celadas (Teruel), tenemos a Nuestra Señora de la Salud, de la localidad turolense de Celadas, en un precioso cuadro (últimamente la devoción del pueblo y la comarca han realizado una talla, que coroné hace unos meses). Es también una Virgen que acurruca entre sus brazos al Niño Jesús, del mismo modo que el pequeño cuadro de Roma, en la basílica de Santa María la Mayor: “Salud del Pueblo Romano” y que se atribuye a los primeros pasos de la Iglesia.

Nuestra Señora de la Salud, de la localidad turolense de Celadas

Si alguna vez te acercas al Santuario de Nuestra Señora de la Estrella (Mosqueruela, Teruel) hay una representación de María con frascos de botica y hierbas medicinales. Está claro que aparece como farmacéutica o boticaria, y es que María siempre ha sido dispensadora de remedios para nuestros males: Nuestra Señora de los Remedios. Y entre los piropos (tan prohibidos hoy) de las letanías del rosario la invocamos como Salud de los Enfermos.

Cuidar, mimar y animar

Pero la enfermedad y el dolor necesita de una compañía atenta y cercana, una enfermera (o enfermero), aquellas personas que nos cuidan, miman y animan en la enfermedad y como dice el lema de este año del Departamento de la Conferencia Episcopal para la Pastoral de la Salud, en esta Pascua del Enfermo: Acompañar en la Salud. San Juan de Ávila (1500-1569), el patrón del clero español, en uno de sus sermones llama a la Virgen, con la advocación de ENFERMERA: “En vuestras manos, Señora, ponemos nuestras heridas para que las curéis, pues sois enfermera del Hospital de la Misericordia de Dios, donde los llagados se curan”. Hermosa invocación del que pasa por la enfermedad.

Esta frase encaja a la perfección con nuestro lema diocesano de esta Cuaresma-Pascua, que está en todas nuestras parroquias, y también con la situación de pandemia que estamos viviendo y con el mes de mayo dedicado a María. Ahora más que nunca, invoquemos a María como “Enfermera del Hospital de la Misericordia de Dios” y aprendamos a acompañar, como ella, a todos los que sufren cualquier rostro de enfermedad. ¡Ánimo y adelante!