Enredos cristianolaicistas


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Pepe Lorenzo(José Lorenzo– Redactor Jefe)

“Nada que objetar, por supuesto, a que un cristiano reclame una sociedad laica. Me maravilla más que la prefieran laicista y que, para invocarla, sea necesario participar de las burlas contra sus hermanos de fe”

Con la ingenua esperanza de que, una vez más, se haga carne la parábola del reencuentro y el abrazo, me admiro de las dimensiones del desencanto de Redes Cristianas, esa plataforma de colectivos de creyentes repartidos por la geografía española que se ha adherido con fervor a la manifestación de Europa Laica que el día 23 congregó en Madrid a medio millar de personas. Pretendía ser ésta una reivindicación del Estado laico, pero les salió, de manera natural, una chirigota anticlerical.

Nada que objetar, por supuesto, a que un cristiano reclame una sociedad laica. Me maravilla más que la prefieran laicista y que, para invocarla, sea necesario participar de las burlas contra sus hermanos de fe expresadas por quienes quieren –no nos engañemos– los espacios públicos para sí y se los niegan a esos otros congéneres primarios que aún necesitan de religiones. Como era previsible, los congregados en la concentración laicista más importante desde 1939, según el coordinador general de Izquierda Unida –un fijo en estas lides–, se acordaron del Papa (por “gorrón”), de los curas (por ladrones y pedófilos) y de las monjas (ignoro el motivo; quizá podría averiguarlo la nueva Secretaría de Estado de Igualdad…). Me cuesta creer que con adhesiones a tan pintorescas convocatorias, Redes Cristianas llegue a convertirse alguna vez en señal de fe y motivo de esperanza.

En todo caso, y aunque seguro que no son estos colectivos de creyentes los únicos que sienten el sabor del exilio en la propia casa, que sufren por cierta falta de profetismo de la Iglesia (incluso hay no creyentes que también aprecian esa carencia), que les gustaría verla más en comunicación y diálogo con el mundo, más nítidamente comprometida en la denuncia de las estructuras que fomentan y mantienen la injusticia en el planeta, sí parecen ser los más necesitados de un abrazo de padre misericordioso, de que alguien salga a su encuentro, allí en las lindes donde se han asentado, y con algo más que una simple instrucción pastoral llena de amonestaciones.

En el nº 2.727 de Vida Nueva.

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