Escribí en otra ocasión que nuestro tiempo necesita de “hombres y mujeres sin miedo a sus propias contradicciones y con un afán decidido por ensamblar esos contrastes y no agrandar las grietas”.
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Era una lectura amable de las contradicciones cuando las asumimos, las miramos a los ojos y, sobre todo, cuando no hacen daño a nadie o, al menos, no pretenden descalificar a nadie. Pero hay otras contradicciones, más peligrosas y dañinas que no ayudan a establecer puentes, sino que se convierten en piedra de escándalo.
Una vez leí a Frank Pucelik, uno de los tres iniciadores de la PNL (programación neurolingüística), que las contradicciones internas son las responsables del 90% de los trastornos de las personas y nos hacen daño, solo cuando no las integramos en nosotros pero están simultáneamente presentes. Los seguidores de la PNL proponen la llamada “integración de partes”. Básicamente consiste en buscar qué aporta de positivo a la persona cada una de las partes en conflicto (puesto que interiormente está manteniendo las dos y son contradictorias) y llegar a una nueva propuesta que acabe con el malestar.
Claro, la cuestión es que este planteamiento parte de que la persona experimenta un malestar tal que busca salir de él. Premio. Quizá aquí está la clave. El previo necesario. Que no siempre nos causa malestar vivir en contradicciones no integradas. Puede ser falta de consciencia, de buena conciencia, de lucidez… o simplemente, que estamos echando mucha cara a una situación.
Preguntas
Estos días se está hablando en los medios de comunicación de España de un obispo joven que ha presentado su dimisión “por motivos personales” y ha sido aceptada de inmediato. Como suponíamos, algo así debía tener detrás un enamoramiento. Me sorprende en gran manera un par de cosas:
- Que los periodistas dediquen tiempo a esta noticia siendo una decisión personal de alguien. Más aún: siendo medios que habitualmente no se hacen eco de la vida eclesial ni se sienten parte de ella, ¿por qué tanto interés en esto?
- Que parezca afectar tanto entre los creyentes una decisión así, como si fuera la primera persona que ha decidido cambiar su estado de vida o su proyecto vital: hombres y mujeres que se separan o divorcian, laicos que eligen el sacerdocio o la vida consagrada y dejan a su pareja, religiosos/as que abandonan un modo de vivir en una congregación y mantienen sus votos en otro modo de vida, … En fin, los ejemplos serían interminables. ¿Por qué esta vez nos parece tan escandaloso o grave que un obispo renuncie a su ministerio y empiece una vida común en pareja?
Respuestas
Intuyo unas cuantas respuestas:
- Mediáticamente, hay gran interés en agrandar cualquier comportamiento personal que se entienda que desacredita a la Iglesia (no tanto al Evangelio que quizá queda al margen más de lo que quisiéramos unos y otros).
- Socialmente, no se acaba de entender la fidelidad a un modo de vida consagrado-célibe y se valora más cualquier otra opción “por amor”, como si elegir esos modos de vida no fueran también por amor.
- Humanamente, soportamos mejor los errores de fondo y forma en quienes no dan lecciones a los demás. Si te pasas la vida juzgando el comportamiento de los demás, declarando quién es válido y quién no, pontificando sin ver la bondad y libertad de cada cual, es entendible que, ante tus propias contradicciones, casi nadie te salve. Lo hemos visto con el estilo de vida de dirigentes de Podemos (especialmente duros en sus juicios morales para los otros) y sus contradicciones. Lo vemos ahora con Novell y su enamoramiento de una escritora de literatura erótica y satánica, separada, con dos hijos y bastantes años más joven que él. Ni hecho a propósito…
En definitiva: ¿por qué nos escandalizan unas contradicciones y no otras?, ¿por qué toleramos ciertas ambigüedades y dejamos pasar otras que a todas luces hacen sufrir mucho más a diversos colectivos? ¿Es más grave que un obispo abandone su ministerio con poca claridad y de un modo precipitado que aceptar un sistema que tolera abusos de todo tipo, excesos de riqueza y poder, relaciones poco fraternas y tóxicas o un doloroso alejamiento de la vida real de aquellos a quienes quieres servir? ¿Hasta cuándo podremos soportarnos pactando con nuestras vergüenzas y escandalizándonos de simplezas que forman parte de la vida que nos iguala a todos? Sinceramente, a mi me escandalizaba mucho más Novell por lo que decía y hacía siendo obispo que por lo que parece hacer y decir ahora que ha renunciado.
Pero, sobre todo, ¿buscamos caminos para generar opciones nuevas que posibiliten lo mejor de cada término en contradicción como camino de conversión y de integración personal y colectiva? Podría ser un camino para no pasar de la contradicción (parte de lo humano) al escándalo. No viene mal recordar que, en griego, ‘skandalón’ significa “bloque que entorpece la marcha en un camino”. Y si el camino queremos hacerlo juntos (sinodal), peor que peor.