Las peleas entre el Gobierno y algunas comunidades autónomas no son nuevas. La última –por ahora– ha surgido a cuenta de la administración de la segunda dosis de la vacuna contra el Covid a los menores de 60 años que recibieron en un primer momento AstraZeneca. La decisión del Gobierno es que esa segunda dosis sea de la vacuna de Pfizer, mientras que algunas comunidades autónomas se inclinan más bien por AstraZeneca. El problema, como se sabe, reside en que cada una de esas vacunas emplea una tecnología diferente, por lo cual la gran pregunta es si conviene “mezclarlas”.
- ?️ El Podcast de Vida Nueva: Tokio 2021: Juegos Olímpicos ‘Fratelli Tutti’
- ¿Quieres recibir gratis por WhatsApp las mejores noticias de Vida Nueva? Pincha aquí
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
“No cocerás el cabrito en la leche de su madre”
Evidentemente, la solución la tendrá que dar la instancia científica. Y no sería bueno que esa respuesta la dieran los políticos. En todo caso, el asunto de la mezcla me ha traído a la mente algunas prescripciones que encontramos en el Antiguo Testamento. Como esta: “No sembrarás tu viña con una segunda clase de semilla, no sea que quede todo consagrado: la semilla que siembres y el producto de la viña. No ararás con buey y asno juntos. No te vestirás con telas mezcladas de lana y lino” (Dt 22,9-11). Como se ve, hay una clara aprensión a la mezcla. Una ley –un tanto enigmática– que, a la larga, tendrá una cierta correspondencia con estas que prohíben las mezclas, es esta otra: “No cocerás el cabrito en la leche de su madre” (Ex 23,19). De hecho, la tradición rabínica lo interpretará como que no se pueden conservar, preparar o consumir mezclados alimentos cárnicos y lácteos, de modo que los judíos ortodoxos llegan incluso a disponer en sus casas de dos frigoríficos, dos vajillas o incluso dos fregaderos: uno para cada tipo de alimento.
Es probable que tras esta repugnancia que provoca la mezcla se encuentre la idea de que cada cosa ha de ser lo que tiene que ser, para evitar así que lo profano entre en el terreno de lo sagrado. De hecho, para la Biblia, lo sagrado es aquello que está separado para Dios. Y en el relato de la creación de Gn 1 aparece en cinco ocasiones el verbo “separar” (‘badal’), transmitiendo la idea de que la creación consiste en separar unas cosas de otras, de modo que cada realidad sea aquello que está destinado a ser.
Habría que ver si es posible “mezclar” esto –y de qué manera– con la situación actual, donde lo políticamente correcto es justamente lo contrario: lo mestizo, lo multicultural…