La celebración
La vuelta a la normalidad en Asís está siendo intensa. Si hace una semana acogida una nueva visita del papa Francisco para firmar la tercera encíclica de su pontificado, ‘Fratelli tutti’; este sábado, 10 de octubre ha vivido la celebración de una beatificación muy característica. El cardenal Agostino Vallini, que es el Legado Pontificio para las Basílicas de San Francisco y Santa María de los Ángeles –focos principales del franciscanismo mundial, por lo que gozan de un régimen canónico especial junto con otros grandes santuarios–, ha presidido la celebración en la basílica de Asís y ha leído la bula papal mediante la que se inscribe al venerable Carlo Acutis, joven italiano aficionado a la informática que falleció como consecuencia de una leucemia a los 15 años, en el catálogo de lo beatos de la Iglesia.
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Unas 200 personas siguieron la celebración bajo los frescos del Giotto mientras fuera, repartidos por varias plazas de Asís miles de personas siguieron la celebración a través de varias pantallas. En primera fila los padres de Carlo Acutis y su hermanos mellizos, a los que no llegó a conocer. Escena poco habitual en liturgias de este tipo. En varias ocasiones sonaron los aplausos de forma natural –combatidos tan intensamente en las grandes celebraciones durante el pontificado anterior–.
Vallini hizo un retrato de la espiritualidad del joven Acutis. Piedad eucarística, entrega a los más necesitados desde de las posibilidades de su edad, una particular manera de vivir la amistad a través del testimonio cristiano entre los chicos de su edad, el uso de la informática y los medios de comunicación para ser transmisor de Buena Noticia, su devoción mariana… Una fisonomía que hacen de este joven milanés, sin más adscripción que ser bautizado, un ejemplo de espiritualidad encarnada, de compromiso trascendente en el día a día.
Su memoria litúrgica ha quedado fijada para este 12 de octubre. Hoy este nuevo beato irrumpe en los calendarios junto a san Juan XXIII y en el mismo día que la Virgen del Pilar. Ahora podemos decir con certeza que es el día de su nacimiento en el Cielo, se oía al comienzo de la celebración.
La imagen
“Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad ‘de la puerta de al lado’, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, ‘la clase media de la santidad’”, escribía Francisco en el número 7 de la exhortación apostólica ‘Gaudete et exsultate’.
Y Dios nos ha puesto delante un santo adolescente, pegado al ordenador, con zapatillas Nike, pantalones vaqueros, sudadera o brackets en los dientes. Un chico del que tenemos imágenes actuando en los festivales del colegio de las religiosas de santa Marcelina o que hizo lo que pudo en el bachillerato hasta que le sorprendió la leucemia que acabaría con su vida. En la parroquia de Santa María Secreta de Milán diseñó la página web –y parece que no ha evolucionado mucho desde entonces– y acudía a diario a la misa, dedicando siempre al final un rato para la adoración eucarística. Allí, a los 14 años, era catequista de confirmación. De hecho, al look millenial de Acutis –así le ha definido el papa Francisco en el ángelus del domingo 11 de octubre– se le ha añadido frecuentemente una custodia de lo más clásico.
Volviendo a Francisco, no es la primer vez que se refiera al joven milanés nacido en Londres. “Es verdad que el mundo digital puede ponerte ante el riesgo del ensimismamiento, del aislamiento o del placer vacío. Pero no olvides que hay jóvenes que también en estos ámbitos son creativos y a veces geniales. Es lo que hacía el joven siervo de Dios Carlos Acutis”, es lo que ha escrito en el número 104 de la exhortación apostólica ‘Christus vivit’. El Papa recuerda que “sabía muy bien que esos mecanismos de la comunicación, de la publicidad y de las redes sociales pueden ser utilizados para volvernos seres adormecidos, dependientes del consumo y de las novedades que podemos comprar, obsesionados por el tiempo libre, encerrados en la negatividad” y precisamente por eso, para el pontífice, “fue capaz de usar las nuevas técnicas de comunicación para transmitir el Evangelio, para comunicar valores y belleza” (núm. 105).
Pero él “no cayó en la trampa”, recalca Bergoglio, “veía que muchos jóvenes, aunque parecen distintos, en realidad terminan siendo más de lo mismo, corriendo detrás de lo que les imponen los poderosos a través de los mecanismos de consumo y atontamiento” por eso orientó sus capacidades para realizar el plan de Dios y por eso decía que “todos nacen como originales, pero muchos mueren como fotocopias” (núm. 106).
La genialidad
Así era Acutis, a quien era habitual verlo en la eucaristía, que fue su fuerza cotidiana desde que recibió la Primera Comunión con solo 7 años. La llamaba “mi autopista hacia el Cielo”. Este sacramento y su devoción mariana le enseñó a ver más allá del horizonte terrenal. “Nuestra meta debe ser el infinito, no lo finito. El Infinito es nuestra Patria. Desde siempre el Cielo nos espera”, decía.
Sus talentos encontraron en el mundo de la informática un despliegue increíble. Dicen que amigos ingenieros informáticos veían en él un auténtico genio. Ha recordado al respecto el cardenal Angelo Comastri en una de sus biografías: “Los intereses de Carlo abarcaban desde la programación de ordenadores, pasando por el montaje de películas, la creación de sitios web, hasta los boletines, de los que se ocupaba también de la redacción y la maquetación, y el voluntariado con los más necesitados, con los niños y con los ancianos”.
“Estoy contento de morir porque he vivido mi vida sin malgastar ni un solo minuto de ella en cosas que no le gustan a Dios”, dijo al final de su vida. Un ejemplo de nuestros días para quienes cambiar el mundo a través de las redes o a través del ofrecimiento cotidiano de los sufrimientos.