JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“No estoy muy convencido de que la Nueva Evangelización a la que nos ha invitado Benedicto XVI pase por el desprecio a aquellos con los que tenemos que convivir, aunque sean ciegos y sordos a nuestro mensaje. Seguro que sin pretenderlo, eso es lo que han hecho algunos obispos (pocos, es verdad) con los miles de jóvenes acampados en las plazas de España”.
No estoy muy convencido de que la Nueva Evangelización a la que nos ha invitado Benedicto XVI pase por el desprecio a aquellos con los que tenemos que convivir, aunque sean ciegos y sordos a nuestro mensaje. Seguro que sin pretenderlo, eso es lo que han hecho algunos obispos (pocos, es verdad) con los miles de jóvenes acampados en las plazas de España. A esos “indignados” se les ha invitado a arreglar primero su alma antes de ocuparse de la del mundo, y se les ha descalificado tachándoles de radicales antisistema.
Ciertamente, algunos de estos había por allí fácilmente identificables, como también estaban a su lado jóvenes –y no tan jóvenes– católicos, sacerdotes, religiosos y religiosas, compartiendo indignación y un cierto sentimiento de orfandad.
Tampoco estoy convencido de que el alma de los acampados esté del todo vencida por el relativismo cuando sus reivindicaciones coinciden con algunas de las que recogen los Lineamenta del Sínodo sobre la Nueva Evangelización, que se celebrará en octubre de 2012 en Roma. Por ejemplo, la defensa de los derechos del hombre, la promoción de los más débiles, la necesidad de trabajar para mejorar las formas de gobierno mundial y nacional…
El Papa acaba de recordar el “grave daño” que causa a la sociedad la precariedad laboral, que compromete, según señaló, la serenidad de la vida familiar, sobre todo la de los jóvenes. No citó a sus almas también como factor de riesgo, pero parece claro que si afecta a la familia, la institución más valorada por los jóvenes, algo de dolor seguro que también les toca a aquellas.
Por eso, parece que el único que se cree esto de la Nueva Evangelización es Ratzinger, atento a las interpelaciones de un mundo precarizado, aunque no sepamos conectar con él.
En España, de esta prioridad pastoral se empezará a hablar en septiembre, una vez concluida la JMJ, único horizonte referencial hoy. Dicen que va a ser uno de los puntos fuertes del próximo Plan Pastoral de la CEE, aún en mantillas. Algunos necesitarán un curso acelerado.
En el nº 2.756 de Vida Nueva.
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