En la última entrega de este blog hablábamos –a propósito de las tristemente célebres clarisas de Belorado– de la excomunión o exclusión de los cristianos de los orígenes de su contexto judío, ejemplificado en la expulsión de las sinagogas. Hay que subrayar que este fenómeno no se produjo en todos los lugares ni al mismo tiempo, sino de forma desigual; solo con el tiempo los cristianos acabaron formando un grupo distinto de los judíos. Conviene recordar, en este sentido, que grupos judeocristianos estuvieron vigentes al menos hasta el siglo V d. C.
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Pero el fenómeno de la excomunión no se produjo solo en el mundo judío –facilitando así el camino a la autonomía cristiana–, sino también entre los cristianos. Así lo demuestran algunos textos del Nuevo Testamento. Por ejemplo, en el contexto del “Discurso eclesial” del capítulo 18 de san Mateo, encontramos: “Si no te hace caso [el hermano que peca contra ti], llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un pagano o un publicano” (18,16-17). Quizá no sea solo por cuestiones doctrinales, pero la excomunión o ruptura con la comunidad cristiana es un hecho.
Asimismo, en la primera carta a los Corintios, la primera de las cuestiones a las que responde san Pablo trata sobre un caso de “inmoralidad” (‘porneia’), alguien que convive con la mujer de su padre: “Se oye decir en todas partes que hay entre vosotros un caso de inmoralidad; y una inmoralidad tal que no se da ni entre los gentiles: uno convive con la mujer de su padre. ¿Y vosotros seguís tan ufanos? Estaría mejor ponerse de luto y expulsar de entre vosotros al que ha hecho eso. Pues lo que es yo, ausente en el cuerpo, pero presente en espíritu, ya he tomado una decisión como si estuviera presente: reunidos vosotros en el nombre de nuestro Señor Jesús, y yo presente en espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús, entregar al que ha hecho eso en manos de Satanás” (1 Cor 5,1-5).
Excluir de la comunidad
“Entregar en manos de Satanás” –según los intérpretes– es una forma de decir “excluir de la comunidad”, lo que en las comunidades judías se denominaba ‘jérem’ (hebreo) o ‘anatema’ (griego). Es decir, en este caso de 1 Corintios, no solo la “ortodoxia” es susceptible de excomunión, sino también la “ortopraxis”. En todo caso, como decíamos, la excomunión es la certificación de la ruptura de la comunidad. Un hecho lamentable, pero real.