¡Es nuestro momento! Jóvenes cercanos y alejados de la Iglesia, jóvenes de barrio, estudiantes, trabajadores, en paro… todos y todas. ¡La Iglesia nos escucha! “Queridos jóvenes: tengo el agrado de anunciarles que en octubre de 2018 se celebrará el Sínodo de los Obispos ‘Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional’. He querido que ustedes ocupen el centro de la atención porque los llevo en el corazón”. Estas son las palabras que el papa Francisco transmitía a la juventud con ocasión de la presentación del documento preparatorio para el Sínodo. Palabras llenas de ternura que revolucionan los corazones de tantos jóvenes, que esperábamos con gran impaciencia que la Iglesia pusiera toda su mirada de misericordia en escuchar nuestras propuestas, siendo en esta ocasión, la juventud la protagonista.
Queremos y necesitamos sentirnos escuchados, comprendidos, acompañados, con un papel protagonista en nuestras comunidades y en los distintos espacios de participación. Somos jóvenes con voz, con propuestas, vivencias, dinamismo, conscientes de nuestra responsabilidad y preparados para seguir aportando en hacer posible el sueño que nuestro Padre y Madre Dios tiene para cada uno de nosotros.
Como jóvenes, el hecho de que la Iglesia ponga toda su atención y facilite canales de participación e implicación para actualizar su proyecto a la juventud de hoy siendo fielmente creativos, hace sentirnos queridos y reconocidos. Como si Dios nos llamara a cada uno de nosotros por nuestro nombre, dándonos todo el protagonismo, con la certeza de que nuestra vida vale más que todo el oro del mundo.
Con un corazón lleno de Espíritu transformador
“No tengas miedo”, le dijo el ángel a María. “No temas; te he llamado por tu nombre”, dice Dios, a través del profeta Isaías (43, 1). ¡Qué gran revolución! Nos llama a nosotros, a cada joven. Jóvenes llenos de incertidumbres, miedos, invadidos de desesperanza, con vidas tan precarias que en muchas ocasiones, nos cuesta reconocernos hijas e hijos de un Dios que nos ama desde la sencillez de quienes somos y de lo que podemos llegar a transformar. Pero jóvenes con dones y un corazón lleno de Espíritu transformador que nos ayuda a llegar a ser lo que Dios tiene soñado para cada uno.
¿Se escucha hoy a los jóvenes? ¿La Iglesia os escucha? ¿Cómo? ¿En qué lugares os escucha? Estas son algunas de las preguntas del cuestionario propuesto desde el Vaticano para la juventud y con el que hemos tenido la oportunidad de sentirnos escuchados. Dándonos la posibilidad de expresar de manera libre las tantas propuestas que como jóvenes tenemos para vivir en una Iglesia de acogida, cercana, encarnada en nuestro día a día, y teniendo la mirada fijada en las personas más empobrecidas y excluidas que este sistema crea.
Somos jóvenes, y no nos resignamos a ser generación ignorada y sobrante. ¡La juventud no podemos quedar al margen! Somos el presente, somos la alegría y la fuerza, somos la esperanza de otro mundo posible. Queremos ser protagonistas, no meros espectadores. No queremos ser mercancías al servicio y beneficio del capital, somos hijos e hijas de Dios y como tal tenemos el deber de poner en valor nuestra dignidad. Sin duda, este es nuestro momento.