Esperando el primer tropezón de Francisco


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“Las encuestas que publican los diarios hablan abrumadoramente de la buena impresión que deja Francisco en la gente. Y eso parece molestar a algunos…”.

Cada vez más gente alejada de la Iglesia confiesa su admiración por Francisco, por sus gestos, cercanía, sencillez, risa contagiosa, por la bondad que transmite, por lo que dice… Se maravillan de que hable con esa claridad del tema del dinero y el poder, del carrerismo en la Iglesia, del trabajo esclavo, del apoyo a las mujeres, de la avaricia…

Cosas que entienden a la primera y que suscitan una reflexión de urgencia: si de esto viene hablando la Iglesia desde siempre, ¿cómo es que no se habían enterado? Posiblemente, lo que oían estaba modulado como un “himno al no” –expresión del Papa–, lo que no les movía a ajustar su dial interno de sintonización.

Curiosamente, también hay gente muy de Iglesia que parece esperar de un día a otro el primer tropezón de este Papa con la opinión pública. Las encuestas que publican los diarios hablan abrumadoramente de la buena impresión que deja Francisco en la gente. Y eso parece molestar a algunos. Sus recelos vienen de un “ya veréis cuando hable del aborto, o cuando diga que es imposible la ordenación de mujeres, o cuando aborde la moral sexual, o condene las bodas entre homosexuales, como hizo en Argentina…”.

En la retahíla se adivina un poso de desconcierto, como un íntimo deseo de que se cometa un desliz. Pero, de momento, ni siquiera el provocado por una indiscreción tras su encuentro con la CLAR –fruto de la ingenuidad de algún responsable– le ha hecho mella.

Pero el problema no parece estar tanto en este Papa como en quienes tienen que ayudarle a serlo. Una manera de hacer descarrilar el proyecto que va hilvanando es que quienes tienen que ser sus primeros aliados –los obispos– sigan entonando el mensaje con el acento de la condena y la exclusión, hurgando en la herida de temas tan antiguos como el cristianismo y que ni siquiera Jesús dejó sentenciados. Se apresuran a rescatar doctrinas e infalibilidades como para marcar el paso por si se le ocurriera cambiar de dirección… En el fondo, este Papa les debe parecer un poco heterodoxo.

Pero, ¿qué temen, si solo ha cambiado el lenguaje sin tocar la ley? Ahora habla de misericordia, de los últimos, de profecía, de audacia, de perdón, de conversión, de vida, pero también de muerte, de aborto, de homosexualidad… y sin que a nadie se le erice el vello.

Quienes están esperando ese traspié, tendrían que empezar a cambiar su acento, ese regodearse en lo que no puede ser en vez de asomarse a todo lo que aún es posible.

En el nº 2.853 de Vida Nueva.