(José Lorenzo– Redactor Jefe de Vida Nueva)
“Toda la maldad de esa minoría de abusadores y defraudadores de un ministerio y una autoridad mal entendida resbalaba por los rostros de los millones de personas que han participado, de un modo u otro, en las celebraciones de la Semana Santa. No les gusta, evidentemente, lo que leen y escuchan”
Ha sido la pasada, una semana verdaderamente de pasión para la Iglesia y quienes la conforman. Imposible no sentirse concernido por el dolor de los inocentes humillados en secreto y, también, con la denigración pública de tanto sacerdote inocente.
He podido palpar en algunas voluntades el embate de cierta prensa con el tema de los abusos sexuales en la Iglesia. Curioso el ahínco dedicado a demoler la credibilidad de una institución que ha ayudado como ninguna otra a hacer al hombre humano. Es verdad que no siempre ha acertado, que ha pecado, pero en el haber aún sobresalen sus méritos. Tal vez no se le perdona la prepotencia de pasar de ser una institución moral a otra dispensadora de moralidad. Pero duele verla zarandeada a dentelladas.
Afortunadamente, esta pasada semana también he podido notar en muchas manos los sólidos rudimentos de esa fe sencilla y directa de los que aún esperan. En medio de tanto ruido, conmovía descubrir en sus miradas que a quien ellos buscan sale indemne de esta refriega, que está muy, muy lejos de lo que nos ha atribulado estos días. Toda la maldad de esa minoría de abusadores y defraudadores de un ministerio y una autoridad mal entendida resbalaba por los rostros de los millones de personas que han participado, de un modo u otro, en las celebraciones de la Semana Santa. No les gusta, evidentemente, lo que leen y escuchan. Les repugna y quieren que se acabe con ello, porque eso no es la Iglesia de Jesús.
Y ahí, viendo cómo esperan, se comprende que también esta vergüenza pasará y que la tormenta amainará. Benedicto XVI, con su Carta a los católicos de Irlanda, ha marcado ya el camino, un punto y seguido, que no final, para este “nunca más”. Sería un gran error que quienes están más cerca del Papa en el gobierno de la Iglesia, en el Vaticano y el resto del mundo, optasen por el “ya escampará”. Hay algunos síntomas de ello.
En el nº 2.702 de Vida Nueva.