El aniversario
Este domingo, a las ocho de la tarde (hora de Roma), se cumplieron 8 años de la renuncia efectiva de Benedicto XVI al pontificado. Precisamente el pontífice alemán que pasaba entonces a ser emérito apenas había llegado al octavo año de su pontificado. Un discurso a los cardenales por la mañana, el traslado a Castel Gandolfo y un saludo a los fieles marcaron la agenda de Ratzinger en su último día en la cátedra de san Pedro en aquel 28 de febrero de 2013.
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“Que experimentéis siempre la alegría de tener a Cristo como el centro de vuestra vida” fue el último mensaje de Benedicto XVI en Twitter. “Sabéis que para mí este día es distinto de los demás: no soy Pontífice Supremo de la Iglesia Católica; es decir, lo seré hasta las ocho de esta tarde, después ya no. Soy, simplemente, un peregrino que empieza la última etapa de su peregrinación en esta tierra”, digo desde el balcón a quienes acudieron a la villa pontificia. Poco después, a la hora señalada la retirada de la Guardia Suiza marcó el final de un pontificado.
Desde entonces, Benedicto XVI participó en la apertura del Jubileo de la Misericordia, ha recibido a los nuevos cardenales en cada consistorio, ha acudido a visitar a su hermano a Alemania en sus últimos días, ha recibido a antiguos alumnos y amigos cercanos en su residencia en el monasterio ‘Mater Ecclesiae’ del Vaticano, ha colado algunas publicaciones y reflexiones en ocasiones un tanto inoportunas… Un presencia sigilosa que llega poco a poco a su fiel secretario, el obispo Georg Gänswein, que ha desaparecido de los actos vaticanos. Aunque el papa Francisco ha alabado la presencia de Ratzinger en el Vaticano –“es como tener al abuelo en casa”, bromea siempre que le preguntan por termas relacionados con los ‘dos papas’–, lo cierto es que su presencia –coinciden todos los analistas– haría muy complicada, y no solo logísticamente, la presencia en el Vaticano de dos papas eméritos.
El libro
Este fin de semana, ha visto la luz una entrevista de hace un par de años en la que el papa Francisco confiesa a un medico argentino su historial médico. En un momento de la conversación, el pontífice dice que sí piensa en la muerte aunque “en absoluto” la teme. Un final de la vida que se imagina “siendo papa, ya sea en ejercicio o emérito. Y en Roma. A la Argentina no vuelvo”.
No es la primera vez que Francisco comenta con naturalidad la cuestión de la renuncia. Desde luego, el gesto de Benedicto XVI ha normalizado un proceso que los cánones habían incorporado –aunque de forma escueta e imprecisa– en la reforma del Código de Derecho Canónico de 1983. Aunque no es precisamente lo canónico lo que se pone sobre la mesa cada vez que surge un nuevo rumor sobre una posible renuncia del pontífice Argentino.
Los rumores vienen de todas partes. Muchos de ellos son intencionados y no dejan de ser parte de la estrategia para minar el pontificado de Francisco. un fuego amigo que procede desde las filas de la propia Iglesia y que incluso se ha servido de algunas fotos con el pontífice emérito.
¿Es posible hablar de una renuncia en el horizonte con un nuevo viaje internacional el próximo fin de semana –y a Irak nada menos–? ¿Dejaría Francisco el timón sin completar la reforma de la curia? Por enumerar solo dos cuestiones. En cualquier caso, el discernimiento jesuítico parece una buena herramienta llegado ese momento.