Hace unos días, Luis Martínez hacía una entrevista en el diario ‘El Mundo’ a David Fincher, el director de cine que acaba de estrenar ‘El asesino’. Y una de las preguntas que le hacía el periodista era: “¿No le parece curioso que el mandamiento cristiano de ‘No matarás’ ocupe en la lista de diez una muy discreta posición, entre honrar a los padres y no cometer actos impuros?”
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En primer lugar, hay que decir que el “No matarás” del quinto mandamiento del Decálogo –o sexto, según la forma de contar los mandamientos en la tradición judía– parece que tiene como objeto sobre todo la muerte violenta e ilegítima, es decir, el asesinato. De esta manera, el mandamiento no apuntaría propiamente a la muerte en situación de guerra, a la llevada a cabo en legítima defensa o a la que se produciría en el ejercicio legítimo de la violencia, dicho en el lenguaje de nuestros Estados modernos y democráticos.
Dos tablas
En cuanto a su “discreta posición” en el Decálogo, hay que tener en cuenta que los mandamientos se reparten en dos tablas, como indica el texto bíblico, pero dos tablas de desigual extensión. La primera tabla se ocupa de los deberes con respecto a Dios, y en ella se encuentran: “No tendrás otros dioses delante de mí […] No te harás ídolos ni imágenes…” (Ex 20,3-6), “No tomarás el nombre de Yahvé, tu Dios, en vano…” (v. 7) y “Recuerda el día del sábado para santificarlo…” (vv. 8-11).
La segunda tabla –la más extensa– reúne los mandamientos que tienen como objeto las relaciones entre los miembros del pueblo, y empieza precisamente con lo más próximo: la familia (“Honra a tu padre y a tu madre…” [v. 12]). A partir de ahí se presentan los otros mandamientos que se refieren a las relaciones con los otros miembros de fuera del clan o la familia, comenzando justamente con lo que sería el caso más grave: el asesinato u homicidio (“No matarás” [v. 13]), hasta el menos lesivo: “No codiciarás los bienes de tu prójimo…” (v. 17).
Teniendo en cuenta lo dicho, la apreciación de que el “No matarás” ocupa un lugar muy discreto en el Decálogo no parece demasiado justa. En todo caso, la respuesta de David Fincher a la pregunta de Luis Martínez fue: “¡Guau! No lo había pensado. Quiero creer que, para una religión organizada, es una decisión táctica”. No sé muy bien qué quiso decir el director de cine, pero lo cierto es que el laconismo en la formulación del mandato bíblico –expresado en forma apodíctica negativa (prohibición)– lo que pondría de relieve precisamente es el valor de la vida humana.