Los datos
Algunos medios han dado cierto eco a la situación que se está dando en los últimos meses en la Iglesia católica de rito siro-malabar, especialmente presente en algunas regiones de la India. Y es que un grupo de fieles de este rito no está a favor de algunos de los cambios litúrgicos que aprobó en agosto de 2021 el Sínodo católico siro-malabar. Las cifras elevan los críticos con las novedades a 460 sacerdotes y al menos medio millón de católicos –de un total de cuatro millones y medio de fieles–. Estos reclamas poder celebrar conforme a la forma litúrgica previa a estos cambios. ¿Les suena?
- PODCAST: Escuelas católicas que se encuentran
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
En las comunidades de este rito los cambios comenzaron a hace un año, si bien se dio una prórroga hasta la pasada Pascua pensando en las diócesis más reticentes. Pero el rechazo no se hizo esperar y entre los críticos ha destacado Antony Kariyil, vicario general del cardenal George Alencherry –archieparca mayor de esta Iglesia–, y que ha encontrado un importante apoyo por parte de sus diocesanos de Ermakulam-Angamaly. Otro grupo de fieles se ha apostado ‘okupando’ la casa del arzobispo en Kochi, sede principal de este rito que recoge la tradición caldea y que ha seguido el espíritu evangelizador del apóstol Tomás. Ya el pasado mes de marzo en una protesta quemaron en plena calle dos muñecos que representaban al cardenal Alencherry y al prefecto de la Congregación para las Iglesias Orientales, Leonardo Sandri.
Desde el Vaticano, con una carta del mismo Papa, se trasladó el pesar porque la archieparquía de Ernakulam-Angamaly siguiera “afirmando su propia ‘particularidad litúrgica’, fruto de la reflexión, pero aislada del resto de la Iglesia siro-malabar” tras esta decisión tomada por el sínodo que reúne a todas las jurisdicciones de este rito y que fue adoptada por amplia mayoría. “Es bueno que como creyentes en Cristo nos interroguemos sobre nuestra manera de actuar, de expresar el desacuerdo, de aceptar incluso el esfuerzo y las humillaciones, de dar pasos hacia atrás”, señalaba el Francisco en su carta de marzo de 2022, que invitaba a actuar “no por un criterio humano de victoria o derrota, de un grupo sobre el otro, sino mirando al Señor y aceptando no sólo celebrar su Pascua sino vivirla junto con Él, comenzando por la tribulación y la Pasión”. Antes, en el mes de febrero, en una intervención en la plenaria de la Congregación para las Iglesias Orientales había señalado: “El mundo necesita el testimonio de la comunión. Si damos escándalo con disputas litúrgicas –y lamentablemente hubo algunas recientemente–, le estamos haciendo el juego al maestro de la división”.
En el sínodo pesaron más los motivos de proponer una celebración uniforme de la eucaristía, la ‘Santa Qurbana’, y por eso el decreto fue presentado por el cardenal Alencherry, como una “decisión unánime del Sínodo”. Se han unificado cuestiones como que el sacerdote se coloca mirando a los fieles en la primera parte de la celebración y en la liturgia de la Palabra, y después se vuelve hacia el altar para la liturgia eucarística; volviéndose hacia los fieles para los ritos finales tras la comunión. Unos aspectos que llevan sobre la mesa desde 1999 cuando el sínodo los había aprobado por primera vez y habían recibido el beneplácito de la Congregación para las Iglesias Orientales –pero que no llegó a implantarse por unas protestas similares a las actuales– ya que la mayoría de las comunidades estaban acostumbradas a tener al sacerdote frente a los fieles (de cara) todo el tiempo.
Los clásicos
La situación está siendo aprovechada por algunos grupos tradicionalista para rescatar el debate sobre la propia reforma litúrgica del rito romano hecha por el Vaticano II. Y es que la disputa en la India parece trascender al rechazo a que el sacerdote adopte unas determinadas posiciones durante de la celebración eucarística. Este detalle hace que para muchos se simplifique la cuestión litúrgica en el razonamiento de que un sacerdote de cara al pueblo, al único que da la espalda es a Dios por no celebrar hacia el oriente.
Salvando muchísimo las distancias los casos de la aplicación del decreto del sínodo de la iglesia india son muy diferentes a la reforma litúrgica que surge en el rito romano tras el Vaticano II. Un proceso que también se produjo en los ritos que se fueros recuperando como la propia liturgia hispánica o la ambrosiana de Milán. No solo es que en oriente los ritmos deben medirse con sus constantes culturales propias, sino que el propio alcance de la reforma hay que situarlo en niveles de profundidad muy distintas. Ciertamente la tensión entre unidad y diversidad no siempre se resuelve con satisfacción para las partes implicadas y el valor de la comunión eclesial supera las cesiones de las técnicas de negociación. Ahora bien, es posible que absolutizando la dimensión litúrgica de la fe se oscurezcan las demás. Este cisma en el interior de la vida cristiana sí que sería muy preocupante.