El obispo
Afirmaciones como que a lo mejor a las mujeres “les gusta estar en la trastienda” han sido la gota que ha colmado el vaso en el fugaz ministerio episcopal del obispo auxiliar electo de Santiago de Chile Carlos Irarrázaval. El sacerdote volverá a sus labores parroquiales sin haber recibido la mitra en la ordenación episcopal. Una opinión extemporánea que no ayuda precisamente en la casi artesana labor de unificación y reconciliación interior que tiene la Iglesia chilena que intenta salir del fango generado bajo sus pies tras años de la enfangada plaga de los abusos dentro de sus muros. Esta sensación puede haber calado tanto dentro como fuera de la iglesia en forma de amable y anecdótico imaginario colectivo.
Como muestra de este simplismo, el escrito del periódico El Mundo Manuel Hidalgo en su columna del 26 de abril de 2019, en plena vorágine electoral encabezaba su colaboración habitual bajo el título “Monjas”. A un par de días de una jornada electoral pedía que la “fiesta de la democracia” se rebautizase como “Día de las Monjas” por aquello de las fotos e imágenes de cuando estas “se dejan ver de forma numerosa en las calles, acudiendo a las urnas a ejercer su derecho al voto”.
“Esta presencia considerable de monjas en la vía pública nos recuerda su existencia, confinadas como están a diario en sus colegios, hospitales, conventos y otros reductos donde ejercen su tarea”, añadía. Y concluía el artículo diciendo: “Las monjas, pioneras de la sororidad –se llaman sores– y de la hermandad entre mujeres -se hacen llamar hermanas, como las feministas más involucradas- alcanzarán, pues, su máxima visibilidad el próximo domingo. La pena es que no lleven sus primorosos pastelillos a las colas de votantes”.
Las otras
Frente esta imagen buenista, otras monjas ocupaban las páginas de los periódicos generalistas en las últimas semanas por sus propios medios. Así, ese mismo 26 de abril, un reportaje de la sección “negocios” de El País llevaba por titular: “Talento de clausura: las monjas se pasan a la empresa para subsistir”. El autor se fijaba en las 200 religiosas de Iesu Communio del convento en Godella (Valencia) y su cotización fiscal. Se fija también en las clarisas de Alcalá de Henares (Madrid) y su trabajo en la digitalización de documentos para el extinto Banco Popular y su incierto futuro a pesar de las promesas del Banco Santander que habla de “eficacia” de la labor de las religiosas. También están las ventas de productos artesanos por internet como dulces, ropa o bordados.
Otra monja se asomaba a las páginas de El Mundo ese 26 de abril. Dolores Hart, que antes de pasar al convento era actriz y aparece besando a Elvis Presley en la película ‘Loving You’. Tras ser una de las divas más apreciadas y después de 10 películas con Presley, participó en la película “Francisco de Asís” y de ahí llegó a ser clarisa y a codearse incluso con Juan XXIII. Hoy, con más de 80 años, es la única monja que tiene derecho de voto para los premios Oscar del cine. En 2012 incluso acudió a la gala y ahora se prepara una película sobre ella.
El 12 de junio, hace apenas unos días, otra monja volvía a las páginas de El Mundo. Es Rita Callanan, de 81 años. Una religiosa que trae de cabeza a la cantante Katy Perry. Ha dicho en el New York Post que esta tendría “sangre en las manos” por la operación inmobiliaria en la que ha participado al adquirir el convento del Sagrado Corazón de María en Los Ángeles como una mansión más. Cuando lo compró a la diócesis en 2015 por 13 millones de dólares comenzó una guerra con las religiosas que lo habitaban y consideraban suyo –ya que lo habían vendido a una empresa del ramo–.
En pleno proceso judicial, la ansiedad provocó la muerte de la mejor amiga de Rita, la hermana Catherine Rose Holzman. Sus últimas palabras antes de morir: “Katy, detente por favor”. Rita Callanan fue silenciada en el funeral de su hermana de comunidad al querer desvelar la situación de las religiosas desahuciadas. Perry como gesto de buena voluntad hasta enseñó a las monjas el tatuaje de un Cristo que tiene en la muñeca. Parece que con poco fortuna.
La esperanza
Discretas o valientes, las religiosas en la iglesia son algo más que una trastienda conveniente, cómoda o interesada. Lo han demostrado el pasado mes de mayo en la XXI Asamblea Plenaria de la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), organizada bajo el lema: “Sembradoras de esperanza profética”.
Con razón les dijo Francisco: “Hay mucha gente que las necesita y las espera. Necesita de su sonrisa amiga que les devuelva confianza; de sus manos que les sostengan en su caminar; de su palabra que siembre esperanza en sus corazones; de su amor al estilo del de Jesús que cure las heridas más profundas causadas por la soledad, el rechazo y la exclusión. No cedan nunca a la tentación de la autorreferencialidad, de convertirse en “ejércitos cerrados”.
Tampoco se refugien en una obra para eludir la capacidad operativa del carisma. Desarrollen, más bien, la fantasía de la caridad y vivan la fidelidad creativa a sus carismas […] Sin perder la memoria, necesaria siempre para vivir el presente con pasión, evitarán tanto el ‘restauracionismo’ como la ideología, del signo que sea, que tanto daño hacen a la vida consagrada y a la misma Iglesia”. Hay que pasar de la trastienda a la primera línea, a la primera línea del evangelio.