JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“Para algunos, la vivencia de la Semana Santa se ha quedado reducida a los ecos de la homilía del obispo de Alcalá. Pero es porque quieren, pues la vida de la Iglesia está llena de gestos pascuales…”.
El Viernes Santo del obispo Reig Plá se ha comido el Domingo de Resurrección de Benedicto XVI. Incluso el Lunes de Pascua de los afortunados que aún tienen trabajo y se han reincorporado sin el gesto mohíno de costumbre al finalizar sus vacaciones. Al fin y al cabo, benditos sean los madrugones y atascos antes que quedarse en la cama sin más horizonte existencial que ir a la oficina de empleo más próxima, otra Pascua al sol de las colas del paro, llenas también de infiernos personales que queman a familias enteras, víctimas de pecados que otros han cometido por ellos.
Para algunos, la vivencia de la Semana Santa se ha quedado reducida a los ecos de la homilía del obispo de Alcalá. Pero es porque quieren, pues la vida de la Iglesia, de sus comunidades esparcidas por todo el mundo, está llena de gestos pascuales, a tiempo y a destiempo, estirando las señales de la resurrección a lo largo de todo el año, apuntalando la esperanza donde otros abren boquetes en la moral de tantos fieles con condenas y anatemas, cuando no con silencios incomprensibles.
Ahí están, si no, por citar algunos de estos signos más recientes, la carta pastoral de ese otro obispo, Algora, tratando de salvaguardar, al menos con la palabra, la dignidad en vías de extinción de los trabajadores.
Ahí están también los religiosos y religiosas de CONFER, poniendo a disposición de las víctimas de la crisis no solo su voz para denunciar las injusticias que les han llevado a esa situación, sino sus propias personas y los recursos materiales que les sean posibles para paliar tanta necesidad.
También en Homs, donde ni siquiera quedan periodistas, encontramos a una comunidad de jesuitas que no ha querido marcharse de la martirizada ciudad siria, sino que ha decidido permanecer junto a los discapacitados a los que atiende y dando cobijo entre las ruinas a una cuarentena de refugiados, la mitad de ellos musulmanes.
Todos ellos, y tantísimos más, cerca o lejos, nos siguen ofreciendo el calor de la Pascua. Sacudámonos, pues, el escalofrío.
En el nº 2.796 de Vida Nueva.