La EAD (Evaluación Anual Diocesana) es una valiosa herramienta para la sinodalidad: un ejercicio de discernimiento acerca del camino realizado por una diócesis a lo largo del año, e incluye el cuidado de la sostenibilidad financiera, el cumplimiento de los deberes institucionales (‘Compliance’) y la comunicación transparente al Pueblo de Dios.
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La EAD no es una evaluación de la acción del obispo, sino del caminar del Pueblo de Dios y la sostenibilidad y congruencia de los deberes institucionales. Es, sobre todo, una fotografía para poder discernir, pero también ofrece garantías, credibilidad y materia para el diálogo. Evaluar no es controlar ni resta libertad, sino que compromete todavía más a todos con la comunión por la confianza, la reflexión y unión de ánimos.
La realiza anualmente una comisión nombrada por el obispo a propósito para ello. Sus miembros no compatibilizan esa tarea con altos cargos de responsabilidad diocesana. Es un equipo interdisciplinar –finanzas, derecho, pastoral, cuidados, comunicación…–, formado mayoritariamente por laicos, pero que también incluye religiosos y presbíteros, y procura equilibrar las sensibilidades. La EAD es realizada para el Consejo Pastoral, el Consejo Episcopal y aquellos espacios que el obispo estime oportunos, pero también se publica a disposición de todos junto con las cuentas anuales auditadas por una entidad profesional independiente.
Responsabilidad pública
Además de la EAD y la auditoría pública, cada diócesis debe contar con una comisión permanente de ‘Compliance’, como toda organización con alguna responsabilidad pública.
No debería ser institucionalmente posible que el Pueblo de Dios de una diócesis descubra al cabo de años que debe decenas de millones de euros. Como eso, más cosas. El modelo de episcopalidad vigente los últimos cincuenta años no debe ser tan solitario. No existe aún la EAD, pero sería justa y necesaria.