JOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva
“¿Cómo hemos podido dilapidar en tan poco tiempo el crédito que la Iglesia había levantado durante los últimos años del franquismo y en la Transición?…”.
Bien, ya estamos donde solemos en estos pagos: enfrascados en diálogos glandulares de secreciones variopintas. La polémica sobre la exención del IBI a la Iglesia ha entrado en una nueva fase tras el golpe de pecho dado por el PSOE, impulsando en todos los ayuntamientos un modelo de moción para solicitar que se gire este impuesto a los inmuebles de la Iglesia (ahora añaden también el de otras confesiones religiosas) cuyo destino no esté vinculado al culto, así como una revisión de los Acuerdos de 1979 entre España y la Santa Sede.
Era previsible en un partido que se quedó con las ganas de reformar la ley de libertad religiosa cuando pudo hacerlo; no lo fue tanto que quienes comenzaran este acoso fuesen ayuntamientos del PP.
Como también es previsible que la medida se quede en poco más que fuegos de artificio, porque las corporaciones poco podrán hacer frente a las disposiciones legales, a las que los responsables de todas las confesiones afectadas se agarrarán, hurtando un debate sobre la conveniencia de este modelo en este momento de recesión brutal, y ahondando en el descrédito de las religiones (bueno, de unas más que otras).
Y hablando de descrédito, ¿cómo hemos podido dilapidar en tan poco tiempo el que la Iglesia había levantado durante los últimos años del franquismo y en la Transición? ¿Podrá recuperarse algún día?
En todo caso, este asunto del chocolate del loro que es el IBI para el agujero negro que tiene nuestra economía tiene un tufillo claramente narcotizante. Se agitan los tópicos de los privilegios, se vierten en un molde laicista de todo a cien, se le añade un poco de elixir comecuril y el vapor resultante te lleva del estado de malestar en el que anda revolviéndose la sociedad a culpar a Rouco del descalabro de Bankia.
Y de paso nos olvidamos de los 23.000 millones que nos va a costar, de investigar el papelón que jugaron en ella los consejeros políticos y sindicales (de todos los colores) que estuvieron bajo sus ubres hasta antes de ayer, de los recortes, las reformas, las recapitalizaciones…
En el nº 2.803 de Vida Nueva.