Estamos en una época en la que los extremismos se extienden. En las últimas elecciones europeas una de las graves amenazas que cernían sobre ellas era el incremento de votos que podía experimentar uno de estos extremismos. Para hacerles frente, algunos hablan de ponerles muros mientras los diversos extremismos se acusan mutuamente el ascenso del otro sería lo peor que le puede suceder a una sociedad. Durante una serie de artículos voy a hablar de este tema para analizar alguno de los puntos que creo que hay que tener en cuenta sobre ellos. Luego lo justificaré, pero no voy a limitarme a los de un lado u otro (izquierda o derecha) porque pienso que los extremos se tocan y el peligro no es que provenga de babor o de estribor, sino sus comportamientos y actitudes que son negativas para las personas y para la organización social.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- PODCAST: Formando líderes serviciales
- Regístrate en el boletín gratuito
Los extremismos tienen buena fama, parecen modernos y actuales (ya pasó esto a principios del siglo XX, hay que recordarlo). Tienen un cierto prestigio porque parece que dicen las cosas sin ambages. Se basan en la infantilización de la sociedad, en una historia de buenos y malos, en olvidarse de los matices y la complejidad de la existencia y ver todo en blanco y negro, sin grises, sin gradación alguna. Esto es mucho más sencillo, es más claro, es más fácil de comprender y nos aporta seguridad. Es lo que hacemos con los niños cuando comenzamos a enseñarles a vivir y a afrontar una realidad que es muy compleja para su mente y su falta de experiencia. Les damos instrucciones sencillas sobre lo que está bien y está mal para que puedan moverse correctamente en un mundo que les desborda.
El extremismo político también ve la vida así, como un juego de buenos y malos. Esto da seguridad al extremista porque le permite tener claro en qué creer y contra qué y quienes tiene que luchar. La falta de matices le aporta seguridad, le da firmeza, le genera certezas y le exime de pensar con profundidad, de tener que comprender las complejidades de la existencia, de tener que escuchar al otro. No es necesario, la verdad es sencilla, simple, se puede expresar de una manera clara en pocas palabras. Quienes no lo comprenden es porque no quieren o porque viven obcecados por ideologías falsas que les llevan por derroteros equivocados.
Contra la moderación
Por eso los extremistas políticos desprecian a quienes practican la moderación. Porque estos se empeñan en ver la realidad como algo complejo, con matices, en la que nadie tiene toda la verdad, en la que hay que escuchar a todos para encontrar esos puntos medios en los que se construye el bien común, en los que los diferentes pueden convivir de una manera satisfactoria. Según los extremistas, los moderados son blandos, pusilánimes, débiles, incapaces de defender lo que piensan e imponerlo a los otros. La acusación es tan fuerte que puede hacer que el moderado acabe extremándose y cayendo en la trampa que el extremista le tiende. Pero de esto hablaremos en las próximas semanas.