Siempre he admirado a los obispos que no son rencorosos, y no utilizan su poder, porque lo tienen, para lastimar a sacerdotes o comunidades de quienes se sienten agraviados. Conozco a algunos que, ante la mínima crítica de un cura, lo refunde en la más lejana de las parroquias. Pero también a otros que son capaces de escuchar correcciones fraternas, y hasta las agradecen, sin tomar represalias. Más aún, favorecen esas expresiones para mejorar su gestión pastoral.
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Atención. No se entienda esta actitud misericordiosa e incluyente como signo de debilidad. De manera alguna. Cuando debe aflorar la firmeza y la decisión, aparece con claridad meridiana, y al aparentemente bonachón no le tiembla la mano para ejercer su autoridad, que no autoritarismo.
Francisco de Roma es una clara manifestación de esta segunda actitud. Desde que inició su ministerio como sucesor de Pedro, no sólo colocó a la misericordia en el primer lugar de sus prioridades pastorales y teológicas, no condenó a los homosexuales e invitó a los confesores a no convertir el confesionario en una sala de torturas, sino que soportó a pie firme los frecuentes improperios que le han obsequiado jerarcas opositores, encumbrados cardenales incluidos.
Invitó al cardenal Gerhard Ludwig Müller, persistente fustigador de Bergoglio, a participar en la reciente asamblea sinodal; respondió a las ‘dubia’ -cinco preguntas solicitando aclaraciones sobre temas dogmáticos y fronterizos- de los purpurados Brandmüller, Burke, Sandoval Íñiguez, Sarah y Zen Ze-kiun, declarados antagonistas del argentino; y no ha decretado cambios radicales que, de seguro desea, pero no encuentran respaldo en la mayoría de los fieles.
Por todo ello, me resulta injusto que lo ataquen por haberle quitado sus privilegios -departamento en la zona del Vaticano y salario de ¡¡¡5,000 euros mensuales (tema para otra Pro-vocación)!!!- al cardenal Raymond Burke, quien deberá regresar a los Estados Unidos para desde ahí seguir grillando a Francisco, quien aclaró que no lo considera su enemigo.
La sanción, que no es la primera de su tipo en la historia de la Iglesia, obedece a la evidente falta de comunión entre el cardenal y el Papa. No estamos ante una natural diferencia, normal y esperable en estos tiempos sinodales, sino al propósito declarado de desautorizar al líder, de conspirar en contra de indicaciones fundamentales para la marcha de la Iglesia. Ninguna institución permite este desplante.
Que Burke no se haga la víctima, ni endilguemos a Francisco de Roma la etiqueta de vengativo.
Pro-vocación
El papa Francisco, en reciente encuentro con un grupo de la Comisión Teológica Internacional, les hizo un llamado a “desmasculinizar” la teología. Recordó que la Iglesia es femenina, y si no entendemos qué es una mujer, cuál es la teología de una mujer, nunca entenderemos qué es la Iglesia. Reconoció que uno de los grandes pecados que hemos tenido es la masculinidad de la Iglesia. Órale.