Francisco y el desencanto


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“El Papa, que viene, efectivamente, con espíritu reformista, también ha dicho que las reformas no se hacen de un día para otro…”

La expectación ha sido mayúscula esta semana con motivo de la reunión del papa Francisco con el consejo de ocho cardenales por él nombrados para que le asesoren en el gobierno de la Iglesia y en las reformas que quiere poner en marcha. El Vaticano ha sido el epicentro de comentarios, análisis, expectativas y también recelos, cada vez más descarados.

Hay hambre de reformas. Incluso una red de entidades católicas que dice representar a cuatro millones de fieles ha pedido al Papa que reciba en audiencia a una delegación suya porque estiman que en esos cambios también ellos han de estar presentes.

Sin embargo, el Papa, que viene, efectivamente, con espíritu reformista, también ha dicho que las reformas no se hacen de un día para otro. Algunos quisieran que lo que no se ha hecho en un milenio lo haga este hombre en medio año. Un cierto desencanto, pues, se adivina a la vuelta de la esquina.

Habría que recordar que la primera reforma en la Iglesia –como señaló Francisco en su famosa entrevista– debe ser la de las actitudes. La de las estructuras, pendientes desde la finalización del Vaticano II, tardarán un poco más, aunque pasos se están dando.

Necesitarán tiempo hasta que se materialicen, pero hay infinidad de cosas que hacer que no necesitan hojas de ruta concretas porque están claramente identificadas en el ADN del cristianismo, y en cada audiencia las está refrescando el Papa. Y esa reforma de las actitudes a la que ya se ha convocado –conversión personal y pastoral–, conlleva la inicial de cambiar las inercias que anclan la evangelización en un mar de sargazos que ralentizan, entontecen, anulan, desvirtúan y disfrazan la profecía.

A unos 9.000 kilómetros del Vaticano, en medio de un desierto que muy pocos visitan, estos días han estado también llenos de expectación. Allí, en Kakuma (Kenia), un campo de 70.000 refugiados de varias iniquidades, se ha graduado la primera promoción de chicos y chicas que han podido cursar estudios universitarios gracias a un proyecto de los jesuitas.

En un medio inhóspito, con miles de vidas confinadas en su mala suerte, un grupo de testigos ha hecho reverdecer la esperanza, ha cambiado el futuro. ¡Esa sí que es una reforma!

En el nº 2.865 de Vida Nueva.