Francisco y los pecados de omisión


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José Lorenzo, redactor jefe de Vida NuevaJOSÉ LORENZO | Redactor jefe de Vida Nueva

“Es una pena la ‘fugacidad’ de tantas reflexiones de Francisco, como esta, bien breve, sobre el trabajo…”

Algunos acusan a este Papa de no tener un pensamiento sistematizado. No entiendo lo que quieren decir, la verdad, salvo que sea lo que me temo: una cortinilla de humo bajo la que se esconde un apenas indisimulado desprecio por no ser lo que ellos entienden por un teólogo de altura, un intelectual nato. Pues vale.

Yo, sin embargo, como disfruto entendiendo todo lo que expresa y cómo lo hace, solo temo que todo lo que dice a lo largo del día quede sepultado por ese criterio –nefasto para las cosas realmente importantes– de que ya no es noticia porque lo repite por aquí y por allá, y se desaprovechen unas reflexiones que están estirando de nuevo la piel de una Iglesia envejecida.

Bergoglio se dirige a un auditorio universitario en su visita a Molise.

Bergoglio se dirige a un auditorio universitario en su visita a Molise.

Creo que algo así ha pasado con la escalofriante homilía de Santa Marta [ver vídeo] en donde pidió –de nuevo– perdón por los abusos sexuales en la Iglesia y por los pecados de omisión cuando se miró para otro lado.

Hace no demasiado tiempo, ese texto –lleno de dolor, temor y amor– hubiese abierto los informativos de medio mundo. Y algo parecido sucedió con su alocución, un día antes, en Molise [ver vídeo].

Allí pidió nada menos que “un pacto por el trabajo” (¡a quién se le ocurre, en la nueva era del precariado, asumida por gobiernos e intelectuales como un paso inexorable en el ciclo de la historia!), y en donde animó con claridad a “defender nuestra dignidad que da el trabajo”.

Porque –y eso es algo que no han acabado de entender algunos–, esa defensa de la dignidad de quien lleva años sin poder trabajar en un sistema que lo excluye, no es otra cosa que la reivindicación de la plenitud de un proyecto existencial como hijos de Dios. No se trata –como se ha querido creer– de la defensa de una u otra opción política.

Ese error en el que se ha vivido voluntaria y placenteramente instalado, ha evitado enarbolar esa defensa de la dignidad del trabajo y ponerse a silbar cuando ha sido –y está siendo– pisoteada. Por eso es una pena la “fugacidad” de tantas reflexiones de Francisco, como esta, bien breve, sobre el trabajo.

También ahí, cuando se ha presionado y obstaculizado la labor de organizaciones implicadas en la pastoral obrera o se han guardado en los cajones análisis fundados y pronunciamientos críticos contra los gobiernos de turno para no interferir con intereses colaterales, se ha pecado de omisión.

En el nº 2.902 de Vida Nueva

 

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