Comprar unos pantalones nuevos, salir a comer a la típica franquicia o pedir comida a través de una aplicación, son tendencias y modas creadas para dar respuesta a una vida que el único interés es consumir cada vez más sin pensar en las consecuencias que mis actos puedan estar provocando en otras personas, ¿es eso lo que nos espera?
Nuestra sociedad se ha edificado, sobre un sistema capitalista donde triunfa el consumo masivo, irresponsable e individualista. La “crisis económica”, que aún siguen sufriendo muchas personas, más allá de los entresijos financieros, es una crisis de valores que se ha ido tejiendo desde un tipo de sociedad donde se orientan nuestras opciones de consumo para el beneficio de unos pocos.
¿Cómo entender que el horizonte vital de las personas occidentales, los anhelos, los sueños y las expectativas estén, sobre todo, en la esfera del tener? Sin duda, este modo de vivir, nos determina profundamente y nos lleva a potenciar comportamientos que nos deshumanizan y anulan nuestra dignidad.
Nos arrebatan nuestros derechos
Todos los derechos que como clase obrera se han luchado y conquistado, nos lo están arrebatando de manera vertiginosa. No solo tenemos que preocuparnos por la siniestralidad en el trabajo, las reformas laborales o educativas que truncan nuestras oportunidades… sino que, además, llegan nuevas modas que dan encanto a la pobreza y nos encadenan a un sistema que va contra la dignidad de la persona. Entre esas modas se encuentran el “friganismo”, llenar la nevera con lo que se recoge de la basura o el “nesting”, ver con buenos ojos quedarte en casa todo el fin de semana, siendo en muchos casos la única opción de ocio posible. Estas nuevas corrientes que buscan supuestamente mejoras psíquicas y físicas están acabando con otro de los logros conseguidos, la sociedad de bienestar.
Debemos luchar contra estas corrientes que no nos impulsan para organizarnos junto a otros, sino todo lo contrario, el acomodarnos a la situación actual inmovilizándonos ante ella. Sin duda, es tiempo de ser conscientes de nuestro consumo, de asumir nuestra responsabilidad de ser coherentes y cuidadosos con el resto de personas y el medio ambiente. Nuestro futuro depende de ello.
Estamos fomentando un modo de vivir totalmente limitador y de descarte, consiguiendo olvidar el desarrollo de la dimensión del ser, perdiendo sentido crítico, conciencia de clase y capacidad para la participación e implicación social.
Vivir como personas libres y solidarias
Debemos de descubrir lo que verdaderamente necesitamos, así como de las consecuencias que nuestro consumo provoca en otras personas al otro lado del planeta. Por tanto, hemos de buscar siempre la coherencia en nuestro estilo de vida, poniendo en marcha alternativas que nos permitan despertar y desenmascarar las estrategias manipuladoras del sistema, permitiéndonos vivir como personas libres y solidarias.
Esta sociedad de consumo va calando en cada uno de nosotros, haciéndonos aceptar y justificar situaciones difícilmente comprensibles y aceptables desde el Evangelio y el testimonio de Jesús. Él nos propone un estilo de vida alternativo que implica la opción por la justicia y por las personas más empobrecidas. Él nos enseña a gozar de lo sencillo y descubrir la belleza de lo gratuito, del estar al servicio del otro, de organizar la economía en comunidad y a repartir la riqueza entre todas y todos. ¿Y si empezamos a exigir que el mercado esté al servicio de los seres humanos, y no los seres humanos al servicio del mercado?