Hay pocas cosas más bonitas que la interacción entre nosotros. Interactuar con los demás para el cariño, el logro, el intercambio y la protección nos abre las puertas a una vida más plena y feliz. El gran vehículo para ello es nuestra capacidad de comunicarnos, y eso ahora está potenciado por el internet, las redes celulares y los medios sociales.
Sin embargo, a veces usamos nuestra comunicación de modos limitados, distorsionados o dañinos. Espiar, chismear y hablar con sarcasmo tienen su reflejo en los medios sociales en conductas como ‘stalking’ [estoquear], difundir notas falsas y publicar memes ingeniosos pero malignos. Por su parte, nuestra popularidad en persona se traduce en likes y corazoncitos en las redes.
¿Adicto yo, como crees?
Una adicción es un hábito que consiste en la búsqueda dañina e incontrolada de una recompensa, a través del uso de ciertas sustancias o productos. La adicción cuando genera dependencia física o psicológica al producto o sustancia en cuestión es también considerada una enfermedad. El adicto sabe que la conducta no es benéfica para sí mismo, que suele haber un “ritual” específico de deterioro, que sus interacciones con otros se dañan y aún así no puede parar, pues abstenerse generaría síntomas de malestar que son más fuertes que la voluntad del afectado.
Curiosamente las adicciones no resuelven la soledad o la ausencia de vínculos significativos, ni tampoco mejoran las facultades del adicto, sino que las empeoran. La adicción mutila nuestro potencial, pues daña la inteligencia, la libertad y el encuentro, así como también puede dañar el organismo y la apertura a lo ilimitado. Aunque el impacto varía según la sustancia en cuestión, el patrón adictivo es el mismo sin importar si hablamos de un medio social, cafeína, alcohol, heroína, pornografía o melodramas.
Así que, en esta época cuando nos realineamos para recibir el Amor perfecto, vale la pena checar si tenemos síntomas de adicción comunicacional que pudieran estar interfiriendo con nuestra disposición al encuentro pleno con otros.
Los medios sociales
En el último año se han publicado diversos estudios y testimoniales que denuncian cómo algunos medios sociales fueron diseñados deliberadamente para generar patrones adictivos en sus usuarios, a través de las descargas de dopamina que provocan los likes, sus timbres sonoros y otro tipo de notificaciones. En lo personal, podemos identificar si presento síntomas de adicción al usar el internet, tales como rituales, racionalizaciones o ansiedad por abstención.
Los rituales de uso arrancan con checar el celular al levantarnos y aprovechar los tiempos muertos al transportarnos. En un estado intermedio comenzamos a usar el celular mientras estamos en el baño, revisamos constantemente nuestras redes en el trabajo y mensajeamos mientras manejamos. En un estado avanzado, nuestras conversaciones en línea superan a la interacción personal, perdemos compromisos presenciales por estar jugando en línea, preferimos nuestros avatars sobre nuestras personalidades reales y somos incapaces de mostrarnos como somos, incluso frente a personas muy cercanas a nosotros (Twenge, 2018).
Racionalizamos cuando pensamos que podríamos parar en cualquier momento “solo que no le vemos cuál sea el caso”. Además, nos decimos a nosotros mismos que el medio social es divertido y nos merecemos el entretenimiento. También podríamos decir que hemos posteado cosas interesantes para otros y que hay que contestar ininterrumpidamente para “mantener a nuestros seguidores”.
Quizá pudiéramos estar ansiosos o irritables, tras algunas horas de no poder checar el celular. O tal vez nos frustremos tras publicar una nota de “Hasta nunca, abandonaré esta red” cuando descubrimos que a nuestros amigos realmente les da lo mismo si usamos esa red o no. Y si en algún momento albergamos la idea de por lo anterior ya no le importamos a otros, entonces pudiera haber un claro patrón de adicción a resolver.
Te reto
El modo de probar si tenemos un patrón adictivo a los medios sociales es muy simple: Suspende temporalmente tu conectividad en línea y obsérvate a ti mismo. Observa tu interioridad, tu entorno, la intensidad de tu hábito y el propósito de tu comunicación.
Pon tu celular en modo avión y desactiva las alertas de tu computadora por 24 horas. Nota la cantidad de tiempo que te sobra, el modo en que harás uso del mismo y tu estado de ánimo. Observa qué tanto has predispuesto tu entorno tecnológico para llevarte a la adicción, a través del número de medios en los participas y la cantidad de alertas automáticas y alarmas, tanto en tu celular como en tu computadora. Date cuenta quién lleva la pauta en la cantidad de comunicación tecnológica que utilizas, si tú mismo o alguien más. Al terminar tu “ayuno informático” nota finalmente con quién reanudaste tu comunicación y porqué decidiste hacerlo con esta persona y no con alguien más.
En este ejercicio podrías ganar claridad importante sobre tu propia libertad comunicacional, el valor del trato directo con otros, la profundidad de tus relaciones y el modo en que has dispuesto la tecnología para ayudar o entorpecer tus encuentros. Además, podría darte pistas sobre otras adicciones, que infiltradas en nuestras vidas, pudieran estar mermando nuestra capacidad para una vida común plena y feliz.
Te deseo una muy plena y fructífera temporada de cambio genuino, rumbo al Misterio Pascual. Nos vemos la próxima semana, con un siguiente reto.
Referencia: Twenge, J. (2018), iGen: Why Today’s Super-Connected Kids Are Growing Up Less Rebellious, More Tolerant, Less Happy–and Completely Unprepared for Adulthood.