Al igual que hice en las dos anteriores semanas, voy a continuar hablando de fútbol. Porque lo que ha sucedido desde que comenzó el campeonato me sirve para insistir en cómo la economía se ha puesto al servicio del ocio y del placer de las personas en lugar de ponerse al servicio de la justicia y de unas condiciones económicas adecuadas para todos.
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He comentado en otras ocasiones que el nuevo Dios de nuestra sociedad es la economía, en eso que he venido a denominar el sistema economicista. Por tener más ingresos hacemos sacrificios, en el sentido “sacro” de la palabra y estamos dispuestos a esforzarnos sin fin. Sin embargo, comprobamos que existe algo por lo que se puede parar un país o una sociedad, por lo que podemos dejar de trabajar si es necesario. No es otra cuestión que el fútbol ¿Vamos a trabajar si hay un partido de la selección? ¿No habrá que dejarlo todo a un lado para ver a los nuestros correr detrás del balón y vencer a otras selecciones?
Porque el fútbol contiene dos elementos que nos llevan a superar nuestro economicismo y dejar de priorizar nuestro trabajo.
- El primero es la competitividad ligada al nacionalismo. Entrar en competición con personas de otras nacionalidades, demostrar que los nuestros juegan mejor que los otros, eleva nuestra moral, nos hace sentirnos mejor. En un mundo en el que el triunfo es idolatrado y que queremos siempre vencer, que lo hagan los nuestros eleva nuestra moral mientras que si pierden nos sentimos profundamente decepcionados.
- La otra es que, si hay algo que esté por encima de lo económico es el ocio. Porque para eso trabajamos ¿No? Para ganar un dinero que luego nos permita consagrarnos al ocio. Nuestro tiempo de trabajo, solamente lo dejamos a un lado para el asueto, para la holganza. Pocas veces lo hacemos para cuidar a nuestros mayores, para estar con nuestros hijos, para pasar más rato con la persona querida. El trabajo siempre está por encima de estas otras actividades y las aplazamos porque tenemos que trabajar. Pero otra cosa diferente es el partido de la selección, para eso podemos dejar de trabajar.
Porque nuestra labor remunerada ha dejado de ser una actividad plenificante en sí misma, para ser una acción que realizamos para poder obtener placer en el ocio, en el momento de no trabajo. No es de extrañar, por tanto, que aquellos que pueden lograr ese ocio sin necesidad de trabajar porque tienen otras clases de ingresos, prescindan de aportar algo a la sociedad y se centren únicamente en disfrutar de los tiempos de solaz y descanso.