El ‘Godland’ de Pálmason llega a las pantallas con los laureles del Festival de Cannes y el Cine Europeo, junto con una ola de alabanzas de la crítica. La película es una crítica al colonialismo ―en este caso del danés en Islandia―, pero busca también abordar la cuestión religiosa, asunto del que queda muy lejos. La película no refleja la experiencia religiosa del pastor protagonista ni de la comunidad luterana a la que llega.
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No se conocen las motivaciones ni espíritu del pastor, no se sabe casi nada de él y tampoco el silencio ni la incertidumbre comunican nada. No se sabe por qué ha viajado a Islandia ni qué busca. Carece de sensibilidad artística y no tiene ningún celo apostólico. Dibuja un misionero rigorista sin sensibilidad para inculturarse en la cultura local y que no solo no presta atención a la gente, sino que el racismo le hace odiar a los nativos islandeses. Pero tampoco tiene suficiente materia para ser una película reveladora del colonialismo.
El crítico Luis Martínez escribió en ‘El Mundo’ que una de las virtudes de la obra es que muestra nuestra pequeñez y es cierto que eso queda bien reflejado en los últimos minutos, cuando se establece un paralelismo entre el pastor y su caballo, y vemos durante un largo rato cómo pasa el tiempo y el paisaje por ellos. El padre de las jóvenes de la película ha dejado al pastor tras afirmar que, a la altura del punto en que se halla en la vida, ha llegado a la conclusión de que el ser humano es insignificante. La verdad es que ese tramo final es muy interesante, aunque no llega a justificar todo el metraje anterior. Quizás hubiera sido fecundo poner el centro del concepto de la película en ese marco final y desde ahí construirla.
Palmason llega a esta película tras una investigación sobre unas supuestas fotografías que fueron descubiertas y constituyen las primeras imágenes del sudeste islandés. Sin embargo, no articula la historia ni se aprovecha su potencial. Se aprecia que haya sido rodada analógicamente y en un formato cuadrado de esquinas redondeadas para simular la fotografía antigua y acercarnos a la experiencia de la fotografía de plata ―placas de cristal impregnadas con compuestos del betún y sales de plata que dejaban esa textura mineral gruesa, blanda y arenosa―. Es una pena que tampoco se logre una experiencia fílmica de las fotos de plata. Hubiera sido hermoso que la película hubiera logrado transmitir esa textura pastosa y valiosa de las primeras instantáneas.
Muerte y naturaleza
Islandia ofrece todos los recursos para rodar paisajes extasiantes, pero la película huye de ello, tratándolos de forma algo devastada y con aparente tosquedad, de modo que se evite la grandilocuencia y la experiencia del documental. Busca reflejar una naturaleza que uno de los personajes califica de despiadada, y que se resiste a desplegar todo su esplendor, sino que degrada la imagen para mostrar hostilidad y dureza.
El tema más interesante de la película aparece de forma lateral y tardía, la relación entre muerte y naturaleza. Una niña dice que no debemos temer la muerte, ni siquiera si nuestro cadáver es abandonado como el del caballo del protagonista, ya que la naturaleza acabará habitándonos y cubriéndonos con plantas que florecerán preciosas.
El director podía haber enlazado con la fotografía como muerte de lo retratado, cubierto por el carbono y las sales de plata, y dejado al tiempo. El motivo inicial nos dice que unas imágenes han sido halladas dentro de su caja muchas décadas después, lo cual también nos habla del cuerpo de estas fotografías muertas, cubiertas por el tiempo, y que reviven. Sin esto, el tema de la fotografía queda sin profundizar.
Fallido el tema religioso
Hay algunos momentos que son interesantes. La puerta que cierra el pastor para intimar con su vecina, se repite cuando cierra la puerta de la iglesia para predicar. El pastor y la joven vecina dan lugar a la confidencia bajo la lona y a la luz roja del revelado que hace de un retrato de ella. Pero incluso ahí la conversación no tiene alcance dramático. También resulta inquietante la imagen del pastor cargando a la espalda todo el aparato fotográfico, ya que de su espalda sale un tridente que forman las patas de los trípodes. Gustan también los recursos que son alusiones a Dreyer, pero carece del la profundidad de los conceptos, guiones y arte del maestro de Ordet.
Quizás lo mejor del ‘Godland’ de Pálmason es que ha querido prestar atención a lo religioso, pero de modo fallido. No obstante, mi visión es muy diferente a la cualificada opinión de la crítica. Luis Martínez, en ‘El Mundo’, la considera deslumbrante, hipnótica y mordaz. Mañu Yáñez en ‘Fotogramas’ cree que es preciosista y cuestiona los polares de la realidad y de la Historia. Nando Salvá, crítico de ‘El Periódico’, piensa que es una epopeya fascinante. La revista ‘Caimán’ también ha alabado ampliamente la película.
A mi parecer, ‘Godland’ tiene buenas intenciones, pero no comprende la fenomenología religiosa y, frormalmente, queda absorbida por una pretenciosidad que quiere evitar a través de la tosquedad un estilismo explícito y el preciosismo. Confirma qué difícil es plasmar lo religioso en el cine actual y, quizás, lo distante que está parte de la cultura de la sutileza y la real experiencia interior de la gente.
Referencias
- Pálmaso, Hylnur (2022). Godland. 143 m. Dinamarca. Islandia et al.: Join Motion Pictures, Maneki Films et al.
- Martínez. Luis (2023). Godland: el cine ante la ridícula cólera de dios. El Mundo, 18 de agosto de 2023.
- Ocaña, Javier (2023). ‘Godland’: un imponente viaje a los confines de la Tierra y del arte. El País, 11 de agosto de 2023.
- Salvà, Nando (2023). Crítica de ‘Godland’: un cura en la telúrica Islandia. El Periódico, 10 de agosto de 2022.
- Yáñez, Manu (2023). Crítica de ‘Godland’, preciosista drama de Hlynur Pálmason rodado en soporte analógico. Fotogramas, 11 de agosto de 2023.