La sospecha
Cuando Francisco fue elegido papa o en muchas de las últimas canonizaciones de santos del Nuevo Mundo o durante la Jornada Mundial de la Juventud de Río… muchos señalaron que el rostro de la iglesia era profundamente latinoamericano. Los actos masivos en los viajes de los pontífices, el camino profético recorrido por el CELAM, las fundaciones y los noviciados llenos de las congregaciones religiosas y los nuevos monasterios de religiosos contemplativos, las innumerables parroquias católicas que se extienden por los Estados Unidos, que el carisma de misioneros transformadores de la realidad encarnando el mensaje evangélico en tierras que buscaban un renacimiento… han dado buena cuenta de la pujanza del catolicismo en centro y Sudamérica.
Al lado de esto, en estos días se ha generalizado un cierto pesimismo respecto a los que la presencia eclesial allende los mares se refiere. Es cierto que las cifras de nuevos religiosos se normalizan, los misioneros pasan a ser sustituidos por agentes de pastoral autóctonos o que determinados movimientos protestantes o animistas –según por dónde nos movamos– parecen repuntar en fuerza y en presencia social. Pero, ¿significa esto que se ha desplomado la presencia eclesial latinoamericana?
Con los ecos de la celebración de diferentes bicentenarios de los procesos descolonizadores, hay cierta desafección que puede parecerse a la que vivimos en Europa, pero puede que sea simplista hacer una analogía directa.
El viaje
Hoy empieza una visita del papa Francisco a Chile. Allí permanecerá hasta el jueves, cuando se traslade a Perú. A lo largo de estos días saludará a las autoridades, visitará un centro penitenciario, se reunirá con diferentes grupos de la comunidad cristiana local, visitará de forma relativamente íntima el santuario dedicado al jesuita San Alberto Hurtado, irá hasta Temuco a encontrarse con los araucanos… La agenda contempla un programa similar hasta el domingo, día en el que Francisco parte de Perú de nuevo a Roma.
Hasta aquí parece todo normal, si no fuera por las protestas y muestras de violencia que se han vivido en Chile en estos días. Parece que sigue en la memoria de algunos chilenos estampas como aquellas en la que, durante la visita de 1987, Juan Pablo II salía al balcón del Palacio de la Moneda con Pinochet o le daba la comunión en la misa… mientras en algunos de los barrios más pobres se repetía “Karol Woityla, llévate al gorila”.
¿Estará esto detrás de los incendios a iglesias o del ataque a la Nunciatura vaticana? Los nuevos proyectos legislativos que dan la espalda a los valores católicos, la desconfianza de algunos sectores indígenas fuertemente ideologizados o la indignación por los últimos casos de pederastia destapados no son el mejor caldo de cultivo para la visita de un Papa del país vecino.
El mensaje
No se puede negar que Francisco conoce bien los movimientos políticos y sociales de Latinoamérica y sabe por dónde respiran las comunidades cristianas. No va a encontrarse con una falsa idea de cristiandad fruto de la colonización ni a una tierra en la que el populismo inunda las relaciones políticas.
El mensaje que enviaba en vídeo unos días atrás supone una primera pista del mensaje de la Papa que vuelve al “confín del mundo” desde el que ha llegado a la cátedra de Pedro. “Voy hacia ustedes como peregrino de la alegría del Evangelio, para compartir con todos ‘la paz del Señor’ y ‘confirmarlos en una misma esperanza’. Paz y esperanza, compartidas entre todos”, con estas palabras les saluda ya el pontífice.
Francisco no oculta que sabe a dónde va: “Conozco la historia de sus países, fraguada con tesón, entrega. Deseo, con ustedes, dar gracias a Dios por la fe y el amor a Dios y a los hermanos más necesitados, especialmente por el amor que ustedes tienen hacia aquellos que están descartados de la sociedad”.
Y a esta tierra de América, necesitada de paz, es a la que Francisco lleva un mensaje de esperanza: “No queremos estar anclados a las cosas de este mundo, nuestra mirada va mucho más allá, nuestros ojos están puestos en Su misericordia que cura nuestras miserias. Solo Él nos da el empuje para levantarnos y seguir. […] Somos hermanos que salimos al encuentro de los demás para confirmarnos en una misma fe y esperanza”. Ni más ni menos.