Como cualidad, gracia es agrado, hermosura, buen trato, fluidez y también simpatía. Tiene gracia quien cae bien o es atractivo a los ojos de los demás. La gracia avanza después a hechos sorprendentes, proezas y lucimientos, pues hacen gracia las expresiones acertadas de un niño que aprende a hablar y es gran gracia cruzar el canal de la Mancha a nado. Y al volverse interpersonal, gracia es el reconocimiento que hacemos a otros tras recibir un favor. Damos las gracias cuando alguien más, sin verse obligado, sale de su esfera personal y nos hace un bien, por pequeño que sea. Y este mínimo gesto de cortesía, abre puertas a los mundos del encuentro y la asistencia en el camino.
Encuentro
Dar las gracias no nos quita nada y sí genera mucho. Provoca habitualmente una sonrisa y acrecienta la amabilidad del otro. Reconoce el esfuerzo ajeno y con frecuencia activa un intercambio de pequeñas caravanas y cortesías mutuas. Cuando decimos “gracias” en español, el otro suele contestar “por nada” insinuando que el favor inicial realmente no implicó gran esfuerzo, aunque así hubiere sido. En francés sucede algo similar (‘c’est ne rien’) y en ello decimos que nos honra la convivencia con el otro.
En inglés se contesta “bienvenido” (‘welcome’), sintetizando un “me da gusto que tú y yo estemos unidos, que seas parte de mí”. A un gracias en alemán, los alemanes contestan “por favor” (‘bitte’) que sería el equivalente a un “vamos hombre, que es lo menos que puedo hacer por ti”. Hermoso, una procesión de elogios de reconocimiento que honran y dignifican a ambas partes, abriendo la puerta a la maravilla que es el otro.
Asistencia en el camino
La Gracia es ayuda gratuita del Espíritu Santo. Es ese modo particular que Dios tiene para actuar en nosotros, incitándonos a la santidad personal y destino compartido. La Biblia registra más de 50 formas distintas en que el Espíritu de Dios se obsequia a nosotros. Los dones incluyen regalos muy conocidos como fe, esperanza y caridad, otros súper prácticos como la unidad grupal y la capacidad para saber si alguien habla efectivamente en Su Nombre, e incluso algunos más que se antojan inverosímiles, como la transportación y los milagros (Ragan, 2014).
En todos ellos hay tres elementos comunes: gratuidad, participación en la vida divina y un bien-actuar que es a la vez personal y comunitario. La ayuda en el camino que vincula lo humano con lo divino no tiene costo, se reparte como llamado a la plenitud del amor y es efectiva generando bien común.
Llamado y conversión. Si es fácil extraviarse en la calle de cualquier ciudad moderna –y contamos con nuestra inteligencia y nuestros sentidos– imagina lo fácil que es alejarse del camino correcto en el sutil mundo del espíritu. Así que la Gracia actúa como brújula moral o GPS místico, y orienta nuestra conciencia. Nos inspira -aun en la noche más oscura y en el rincón más lejano- a distinguir lo que está bien y aferrarnos a ello. Y a esto le decimos discernimiento y consuelo.
Reintegración y rectificación. Andar en lodazales y caminos maltrechos nos ensucia y va desvencijando. Quizá llegue un momento en nuestra historia en que consideremos naturales el polvo, la degradación irreversible y la opresión espiritual. Hasta que experimentamos en carne propia la acción redentora de Cristo, que en un acto de pura bondad (Rm 3, 23-24), deja nuestro ser como jarrito nuevo. Esta acción de afinación, alineación y balanceo interior se antoja inverosímil, inabarcable e inaudita. Pero es cierta. Entonces, en un esfuerzo de ponerle nombre menos automovilístico y más teológico, le llamamos justificación.
Compañía y perfeccionamiento. La Gracia también es disposición estable y sobrenatural que nos inspira y fortalece para permanecer en Dios, perseverar en la unidad y actuar por su amor. (Jn 20, 22-23) Es el Copiloto Interno de paz, conversación perfecta e inagotable, asombro por el paisaje y consejos de manejo, en buen ánimo colectivo.
Misión crítica. La trayectoria tiene un destino, y en nuestra realidad físico-psico-espiritual, el propósito del viaje tiene forma de bien expansivo. Así que la Gracia son también destrezas especiales, apropiadas al tipo de jornada que cada quien tenga y puestas a disposición de personas específicas con sabiduría perfecta. De modo que aunque me sean llamativos los rines cromados, tal vez ese carisma llamado don de lenguas no sea lo que mi jornada requiere. De cualquier modo sé que contaré lo que haga falta en su momento.
Así que podemos reconocer y agradecer la belleza, simpatía y proezas de otros, compartiéndonos sus gracias. También te doy las gracias por leerme hoy. Y deseo que la Gracia del Espíritu arda con fuerza en tu interior.
Referencia: Ragan, P. (2014). Gift of the Holy Spirit. Atlanta: St. Luke’s