Rixio Portillo
Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey

Guadalupe desarma la dialéctica de los poderosos


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La fiesta de la Virgen de Guadalupe permite ofrecer una serie de comentarios sobre tan importante acontecimiento, y aunque muchas cosas ya se han dicho, los eventos históricos, que derivan en un momento de fe, son una fuente inagotable para alimentarse en el camino.



El punto que deseo resaltar es la lógica con la que María tomó la iniciativa de intervenir en la historia de México y América para ofrecer a su Hijo, en cómo desde la sencillez apostó por el camino que ella misma había proclamado en el Magnificat, pues sabe que en su deber de madre también está en enaltecer a los humilde.

Las alusiones bíblicas entre el relato de las apariciones son muestra de que fue un acontecimiento genuinamente excepcional, enmarcado en los atributos del mismo Dios, que según el papa Francisco son cercanía, ternura y misericordia.

El Nican Mopohua más que un simple relato

Algunas cifras rápidas permiten ver este empeño en la Virgen. En el relato del Nican Mopohua se reconoce en forma y fondo el mensaje guadalupano; el indiecito Juan Diego aparece mencionado 19 veces, unido al adjetivo pequeño, que es mencionado tres, de igual forma la palabra menor (en alusión al personaje) aparece dos veces; y el diminutivo Juanito, dos.

Una suma de todas estas menciones refieren 32 formas en la que es evocado el pequeño Juan Diego, frente a las 28 veces que aparece la palabra obispo, pero no referido únicamente a la persona, sino al lugar, a la casa, al palacio en el que estaba la autoridad religiosa, que por cierto, también se llamaba Juan, pero de Zumárraga.

Un primer elemento es que María tomó una iniciativa inverosímil a los ojos del mundo, si pretendía influenciar a la autoridad, no escogió a alguien propio de la autoridad, ni siquiera a un líder, me atrevería decir, que ni siquiera a los posibles influencers de su época, sino a uno de los más últimos, por no decir al último de los últimos.

Resulta importante este aspecto pues en la tan discutida historia de la colonia, los excesos cometidos en nombre de esa conquista, la presunta imposición de la fe, contrastan con la forma utilizada por María. Al escoger a un pequeño, y en hacer girar el relato en su propia pequeñez deja caer por tierra una supuesta imposición imperial desde la fuerza, María es madre de los últimos, y fue a la periferia, en salida, a buscar a su hijo, el más pequeño.

Virgen Guadalupe Juan Diego

Hijo, menor, pequeño

Muestra de ello es que la primera palabra que el relato pone en boca de la Virgen es Juanito, el diminutivo del nombre, y después el primer llamado: «Escucha hijo mío el menor, Juanito. ¿A dónde te diriges?» (NM, 23).

Estos simples aspectos pueden ser la clave de lectura de todo el mensaje guadalupano; el nombre, la identidad, el sentido particular de cada uno que vale, importa y es necesario en el plan de Dios; la escucha como parte de esa naturaleza dialógica de Dios que habla, que es palabra y se encarnó para hablar y comunicar amor; el reconocimiento de saberse hijo, menor, pequeñito y por tanto muy querido y cuidado por ese Dios; y la duda de hacia dónde se dirige, la vida, la existencia, y todo lo que comprende el proyecto civilizatorio de Dios que habla.

El mensaje guadalupano abre estelas de luz en el horizonte, y aunque muchos siguen en la discusión estéril de las disculpas públicas a la historia, el profundo mensaje de la Virgen de Guadalupe desarma la dialéctica de los poderosos, pues su decisión se basó en escoger a los humildes, a los últimos, a los descartados, a los que aparentemente son insignificantes. En ello se resume todo un proyecto de vida, de sociedad, de país, de cultura en el continente, y no precisamente desde la élite del dinero y del poder.

Si, más aún porque en esas situaciones difíciles de hambre, pobreza, violencia, desigualdad, exclusión, que se han pretendido barnizar e instrumentalizar con la ideología en América Latina, con catastróficos resultados, siguen resonando las suaves palabras de María:

«¿No estoy aquí, yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?» (NM, 119).


Por Rixio  Portillo. Profesor e investigador de la Universidad de Monterrey.

Foto: Fundación Cari Filli.