El fallecimiento
Ha muerto, a los 71 años –y a dos semanas de cumplir los 72–, el aristócrata escocés Matthew Festing. El pasado 12 de noviembre, en La Valeta –capital del Malta–, fallecía el primer inglés que ha sido príncipe y Gran Maestre de la Soberana Orden Militar de Malta. Un cargo en el que se mantuvo hasta que dimitió, siguiendo el deseo del papa Francisco, el 28 de enero de 2017. Su salida del Palacio magistral de Roma trató de cerrar una crisis en la institución que se había abierto en 2016 y que se llevó por delante a oros cardenales y curiales.
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A la dimisión de Festing siguieron otros nombramientos y el propio Capítulo General Extraordinario de la orden que tiene su soberanía reconocida en medio mundo. De hecho, se espera para 2022 la elección de un nuevo Gran Maestre, siendo el sucesor de Festing un principado breve, ya que Giacomo della Torre del Tempio de Sanguintto se mantuvo en el cargo desde su elección en 2018 hasta su muerte en 2020. Mientras lugartenientes interinos están al frente de los 13.500 miembros permanentes, 82.000 voluntarios y 30.000 dependientes repartidos por todo el mundo, muchos de ellos relacionados con la antigua nobleza europea, que forman parte hoy en día de la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta.
Festing estaba en Malta para la profesión del un nuevo religioso de la orden, el antiguo gobernador del Banco central maltés Francis Vasallo. Lejos queda ahora la polémica y la crisis institucional provocada por la distribución de preservativos en algunas zonas de guerra de África y Myanmar en unos proyectos sociales de la Orden. Tras conocerse el hecho, Festing comenzó a destituir a gente y en esto fue alentado por el cardenal patrona de la orden de entonces, el estadounidense Raymond Leo Burke. En la disputa tuvo que intervenir, incluso de forma pública tras agotar otras vías, la Secretaría de Estado y el papa Francisco.
La caridad
Con el cambio de gobierno y el proceso acompañado por una comisión al efecto, para muchos la Orden de Malta ha vuelto a su tranquilo anonimato. Hay quien se acerca a la Orden cuando en Roma se asoma a la cerradura en sus jardines del Aventino a mirar la cúpula de la Basílica de San Pedro o quien llama a sus puertas porque necesita su asistencia. En España la entidad –que tiene menos fuerza que en Italia o entre la aristocracia de otras regiones europeas– ha colaborado con la emergencia generada en La Palma o mantiene proyectos en el área de la exclusión, la dependencia, los mayores, la salud o acompaña a los peregrinos a Santiago de Compostela con dos albergues y un puesto de socorro.
Una orden medieval sigue tratando de vivir lo que marca su lema: “Tuitio Fidei et Obsequium Pauperum” que comprende tanto el testimonio y defensa de la fe (‘Tuitio Fidei’) y asistencia a los enfermos y los necesitados (‘Obsequium Pauperum’). ¿Hace falta para esto pasaporte diplomático? Puede que a veces, sí.