El mensaje
Releer en las últimas semanas el ‘Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2020’ es un ejercicio particularmente especial, teniendo en cuenta que el breve texto de este año está firmado el 7 de octubre de 2019, antes del primer caso de coronavirus en la ciudad china de Wuham –el 1 de diciembre se identificó el primer caso–.
Francisco eligió para la cuaresma de 2020 el versículo “En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios” (2 Co 5,20). Y el texto tiene diferencias en el enfoque respecto a mensajes anteriores. El Papa describe la cuaresma como “un tiempo propicio para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal y comunitaria”. Además, añade, “este Misterio no deja de crecer en nosotros en la medida en que nos dejamos involucrar por su dinamismo espiritual y lo abrazamos, respondiendo de modo libre y generoso”.
Puede parecer absurdo pero este tiempo de confinamiento ha sido para muchos un tiempo de descubrimiento personal y comunitario. Los que hemos vivido cierto aislamiento, quienes pasan estos días lejos de la familia o los seres queridos, los que se confinan para proteger la seguridad de los suyos o trabajan expuestos a su suerte… estoy seguro de que han vivido un redescubrimiento del valor de la familia, del sentido comunitario… aunque se multipliquen roces o cansancios en las relaciones más frágiles o deterioradas.
Francisco habla, también, de “la alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús”. Parece que corren malos tiempos para las alegrías en estos tiempos. Haber despedido a tanta gente, casi sin apenas guardar luto o llorar por ellos es un reto pendiente de este tiempo de alerta. Pero, prosigue el Papa, “quien cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que somos nosotros quienes damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia”. Esto sirve también para este virus que nos inunda. “La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren”. Y tanto… también en los que sufren por la enfermedad –sin olvidar los que viven una situación de sufrimiento permanente–.
“El cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo. La oración puede asumir formas distintas, pero lo que verdaderamente cuenta a los ojos de Dios es que penetre dentro de nosotros, hasta llegar a tocar la dureza de nuestro corazón, para convertirlo cada vez más al Señor y a su voluntad”, señala el Papa al hablar de la importancia de la conversión. Esto se ha encarnado en tantas formas en estos días en los que la oración, la limosna y el ayudo han estimulado sacrificios que a lo mejor nunca pensamos vivir con tanta intensidad. Oración sin misa, penitencia sin abrazos o encuentros, comunicación con conexión… son las formas que ha adoptado la actitud religiosa de estos días.
En el último apartado, Bergoglio señala que “poner el Misterio pascual en el centro de la vida significa sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría”. En el trasfondo ético que nos deja esta epidemia; en su gestión política, sanitaria o social; en la solidaridad que ha emergido en tanta gente noble… podemos aterrizar esta compasión a la que nos invita la cuaresma.
El domingo
Ha comenzado la Semana Santa. El Domingo de Ramos ya ha dado paso al Lunes Santo. Sin procesiones ni tamborradas, sin bendiciones de cautivos o estruendo de matracas más que nunca este año la procesión va por dentro. “El drama que estamos atravesando nos obliga a tomar en serio lo que cuenta, a no perdernos en cosas insignificantes, a redescubrir que la vida no sirve, si no se sirve. Porque la vida se mide desde el amor”, señaló el papa Francisco en su homilía de Ramos.
La Semana Santa no es más que la contemplación –en el templo o en la intimidad de la casa familiar– de este amor encarnado en Jesús como imagen del Padre. “En casa, en estos días santos pongámonos ante el Crucificado, que es la medida del amor que Dios nos tiene”, invitaba Bergoglio.
Así toca vivir la Semana Santa: “Procuremos contactar al que sufre, al que está solo y necesitado. No pensemos tanto en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer”: “Es cierto que puede costarnos amar, rezar, perdonar, cuidar a los demás, tanto en la familia como en la sociedad; puede parecer un vía crucis. Pero el camino del servicio es el que triunfa, el que nos salvó y nos salva la vida”, añadió.
Buen programa para una cuarentena en la que los tiempos se dilatan y contraen acompasados con lo que sentimos en nuestro corazón. Como le pasaba al “peregrino ruso” en su soledad al acompasar su respiración a la oración “¡Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador!”… en esta Semana Santa especial también podemos acompasar nuestros latidos a los sentimientos de Cristo.