Hace poco, en una de esas tertulias del corazón en las que se hablaba de la relación entre famosos y periodistas, una tertuliana se puso interesante y llegó a afirmar que entre ellos había, al menos hace años, un ‘quid pro quo’, es decir, “algo a cambio de algo” que beneficiaba a ambas partes. Quizá también podría haber utilizado ‘do ut des’, es decir, “doy para que me des”. Hay que reconocer que esas expresiones o frases hechas –máxime si son en lenguas extrañas, como el latín o el griego– dan lustre a la conversación y un toque de cierta distinción y cultura.
- PODCAST: Pecado ecológico y deuda climática
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
La Biblia ha proporcionado algunas de esas frases o expresiones. En los comienzos del libro del Génesis hallamos, por ejemplo: “¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!” (Gn 2,23), o “Por eso abandonará el varón a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne” (v. 24). Y un poco más adelante: “Comerás el pan con sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste sacado; pues eres polvo y al polvo volverás” (3,19). Aunque la Biblia haya perdido peso en la cultura actual, hay que reconocer que, se sea creyente o no, estas frases se siguen utilizando en la vida corriente.
El libro del Eclesiastés también proporciona una expresión, relativamente frecuente en el libro bíblico –unas treinta ocasiones–, que hace su aparición de vez en cuando en nuestras conversaciones, al menos la primera parte: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad” (Ecle 1,2). Hay incluso quien se la sabe en su forma griega: ‘Mataiotês mataiotêtôn, panta mataiotês’ (para contribuir a la cultura popular y poder quedar bien, aquí está su forma hebrea: ‘Hábel habalîm, hakol hábel’, donde hay que advertir que ese ‘hábel’ es el nombre de Abel, que significa “vanidad”, en el sentido de “vaciedad”, “futilidad”, “inanidad”).
Buen uso
El Nuevo Testamento también ha proporcionado muchas de estas expresiones que han pasado al lenguaje de cada día. Por ejemplo, lo que dice Pilato de Jesús en el relato de la pasión según san Juan: “He aquí al hombre” (Jn 19,5), que en su forma latina de la Vulgata es: ‘Ecce homo’. De hecho, la RAE incorpora la palabra “eccehomo” como “persona lacerada, rota, de lastimoso aspecto”.
Es evidente que todos empleamos frases hechas en nuestra conversación. Lo que hay que hacer es usarlas bien, no sea que nos pase como a algunos, que hablan de “nadar en la ambulancia”, o que la habitación estaba iluminada por una “luz genital”, o que se soportaba un tremendo calor por estar en “plena calígula”.