Reflexionar acerca de la unidad de los cristianos es adentrarse en un tema complejo y con muchas aristas. Y es que la naturaleza humana se hace presente en nuestros diferentes y diversos puntos de vista. Unificar criterios sigue siendo un tema pendiente en la historia de la humanidad, ni la política, ni la economía, ni la religión han podido lograrlo.
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Así que caminar hacia un mismo objetivo conlleva una gran complejidad, de manera tal que, ser y hacer Iglesia solo puede ser posible desde la óptica del servicio, ya que la experiencia relacionada a querer unirnos, solo nos ha llevado a encontrar nuestras diferencias más obvias y a caminar cada cual por su lado. Hemos sido testigos de sismas, separaciones y hasta de rompimientos entre los mismos grupos.
Nada de qué alarmarse, las diferencias siempre estarán presentes en nuestras vidas, ya lo mencioné es esencia humana tener enfoques diferentes y tratar de unificar criterios es muy poco alcanzable. Los mismos apóstoles lo experimentaron, cada cual era de uno o de otro, evidenciando la falta de unidad. “¿Qué, pues, es Pablo? ¿Y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno ha concedido el Señor. Yo aplanté, Apolos regó, pero Dios ha dado el crecimiento”. 1 Corintios 3, 4-9.
Una nueva forma de ser y hacer Iglesia
Siempre ha sido así y esto debería darnos la certeza que nuestra Iglesia avanza aun a pesar de nosotros, de nuestra falta de querer caminar juntos y como hermanos. Personalmente veo el milagro del amor, porque en ocasiones muchos hermanos no quieren hacer Iglesia y aunque parezca extraño, la Iglesia se va haciendo poco a poco, se va forjando de una forma sobrenatural, sin el consentimiento y el apoyo, de unos cuantos y sigue en pie.
Para unirnos debemos hablar de humildad y ese es otro tema, pocas veces queremos aceptar nuestras limitaciones y reconocer que nos falta mucho para comprender lo sencillo que es el Evangelio, pero es ahí donde el poder, la soberbia y la importancia personal se hacen presentes, alejándonos de la unidad verdadera, esa que el maestro Jesús enseñaba y practicaba.
Cada uno de nosotros sabemos en lo que debemos trabajar y cada cual conoce sus limitaciones, pero lo que es una realidad es la falta de entendimiento para unificar y caminar en comunidad. Nada se ha perdido, más bien creo que podemos hacer muchas cosas por la Iglesia que somos y de la que formamos parte activa.
Seguidores de Jesús y fieles a su Espíritu podemos establecer una nueva comunicación, mejores relaciones en nuestra sociedad mostrando que la Iglesia universal puede y sabe avanzar. Hoy la Iglesia está más allá de la parroquia, ha evolucionado y ahora está en las pantallas, en las redes sociales, ha crecido y es tiempo de reconocer que hoy vivimos una nueva forma de ser y hacer Iglesia. En cuanto al tema de la unidad, creo que será una constante en la vida de la humanidad.