Hace unos 40 años, un amigo italiano que se consideraba muy de ‘sinistra’, me provocó con este comentario: “¿Por qué en América Latina no pugnan, como nosotros en Europa, por el celibato sacerdotal opcional? ¿Será que a los curas latinoamericanos no les gustan las mujeres?“.
- WHATSAPP: Sigue nuestro canal para recibir gratis la mejor información
- Regístrate en el boletín gratuito y recibe un avance de los contenidos
No le quise responder con un albur tipo: “¿Tienes hermanas?, para que me presentes una y ella de testimonio”, sino que preferí replicarlo con esta frase: “Es que nosotros tenemos otros problemas más urgentes, como la pobreza estructural, las triples opresiones a mujeres, indígenas y campesinos, y la falta de justicia social, sobre los que prestamos toda nuestra atención”.
No sé si por ser de nuestro continente, pero lo cierto es que el cardenal Víctor ‘Tucho’ Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, acaba de declarar algo semejante, en el marco de los primeros rounds de la asamblea sinodal.
Fernández afirmó que “en la mente del Santo Padre hay otros temas que hace falta profundizar y solucionar antes de apresurarnos a hablar de un eventual diaconado para algunas mujeres… la cuestión del acceso al diaconado (de las mujeres) resulta menos importante”. Uno se preguntaría qué es entonces lo más importante, y el purpurado responde: profundizar en una presencia femenina más decisiva al interior de la Iglesia.
Bueno. Tal “presencia más decisiva” no incluye el que las mujeres puedan ser diaconisas y, mucho menos, presbíteras y obispas. Ya imaginamos la reacción de algunas “madres sinodales”, presentes en la asamblea, y sobre todo cuando Fernández remató: aprobar ahora -sin la debida reflexión y discernimiento- el diaconado femenino, sería “una suerte de consuelo para algunas mujeres”.
No nos detengamos en esa declaración. Ojalá y los temas más importantes, que se refieren a la presencia femenina en la Iglesia, incluyan el ancestral machismo con el que los clérigos tratamos a monjitas y laicas colaboradoras, la explotación laboral que muchas veces se hace de ellas, y la afectación a sus conciencias cuando usamos nuestra autoridad para influir en sus decisiones.
Mientras tanto, el prefecto argentino, transmitiendo el pensamiento del papa Francisco, propone seguir estudiando el tema. ¿Cuánto tiempo más, señor cardenal?
Pro-vocación
Y mientras en el Vaticano se sigue pensando la participación femenina en tareas hasta ahora reservadas a los varones, en México ya tenemos una presidenta -con A- y en los Estados Unidos es probable que también; empresas como General Motors y Citigroup tienen directoras generales y también son damas las encargadas de las rectorías en universidades como Cambridge, Berkeley y Heidelberg. ¿Será que llegaron a esas posiciones sin análisis previos, o que nuestra querida Iglesia sigue atada a posiciones arcaicas?