Hoy los espías están de moda. Los tenemos en la política española y nos han dicho que están en la invasión de Ucrania: según parece, algunos de los triunfos militares de Ucrania se deben a la información proporcionada por los servicios secretos norteamericanos.
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Por supuesto, también en la Biblia encontramos espías. Al menos en cuatro ocasiones se mencionan en el Antiguo Testamento, y siempre con una connotación bélica. La primera vez, en Gn 42,9, cuando José, al encontrarse con sus hermanos por primera vez desde que fuera vendido, les dice: “Vosotros sois espías; habéis venido para ver las zonas vulnerables del país”. De hecho, sabemos que entre el siglo XVII y el XVI a. C., en Egipto mandaron los hicsos, procedentes del Oriente Próximo.
La segunda mención de los espías tiene lugar en el capítulo 13 del libro de los Números, aunque aquí no se emplea el término “espías” (‘meragelîm’), sino que se habla de hombres enviados a reconocer la tierra de Canaán –uno de cada tribu– antes de la entrada del pueblo de Israel (en algunas traducciones se usa “exploradores”). Pero es evidente el contexto bélico-militar del episodio, que se aprecia en el informe de los exploradores: “Fuimos a la tierra a la que nos enviasteis –le dicen a Moisés y Aarón–. Es una tierra que mana leche y miel; fijaos en sus frutos. Pero el pueblo que la habita es fuerte y las ciudades están fortificadas y son grandes” (Nm 13,27-28). Uno de ellos, Caleb, dice: “Iremos a conquistarla, pues somos capaces de ello” (v. 30).
En la recta final de la conquista de la tierra, Josué –que ahora es el caudillo del pueblo– “envió secretamente desde Sitín dos espías con esta consigna: ‘Id a explorar la región de Jericó’” (Jos 2,1). Estos espías se alojarán en la casa de una prostituta –Rajab– con la que llegarán a un pacto: si Rajab ata una cinta escarlata en la ventana, será señal de que los israelitas pueden entrar en la ciudad para conquistarla (aunque luego esa conquista será más bien producto de una “procesión” religiosa, no de un combate militar).
¿Quién maneja la información?
La última ocasión en que aparecen espías en el Antiguo Testamento es en 1 Sam 26,3-4: “Cuando David, que permanecía en el desierto, vio que Saúl venía en su busca, envió espías y supo que había llegado a un lugar determinado”. Luego, con Saúl a su merced, David volverá a perdonarle la vida: “El Señor me libre de extender la mano contra su ungido” (v. 11).
Espías los ha habido siempre. Y probablemente son necesarios. El problema es quién maneja la información que proporcionan y para qué y cómo se utiliza.