Hoy día se habla mucho de ‘fake news’. Pero parece que el asunto viene de lejos. De hecho, no hay más que ir a las primeras páginas de la Biblia para comprobarlo. Me refiero a la conversación entre la mujer y la serpiente en Gn 3,2. Le dice esta a aquella: “¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?”. Pero eso no era lo que Dios había dicho. De hecho, lo que Dios había comunicado al varón, antes de formar a la mujer de una costilla, fue: “Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y el mal no comerás, porque el día en que comas de él tendrás que morir” (Gn 2,16-17). ‘Fake news’, pues, en estado puro.
Bien es verdad que, en la continuación del diálogo entre la serpiente y la mujer, esta dice: “Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: ‘No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis’” (Gn 3,3). Como se ve, la mujer ha extendido por su cuenta y riesgo la prohibición divina: no solo no comer, sino también no tocar.
Sin embargo, lo más llamativo probablemente viene justo después, porque la respuesta de la serpiente a la mujer es: “No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal” (Gn 3,4-5). Curiosa ‘fake news’, porque Dios no había dicho nada semejante a lo que dice la serpiente; sin embargo, lo que ocurre a continuación es aparentemente eso mismo que ha dicho. En efecto, tras comer la mujer y el varón del fruto del árbol, “se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos” (Gn 3,7).
Si la esencia de las ‘fake news’ es el engaño, parece claro que la serpiente ha querido engañar a la mujer, porque le ha “vendido” la apertura de ojos como ser igual a Dios. Sin embargo, lo que se ha conseguido es descubrir que “estaban desnudos”. Y es que la publicidad y el marketing llegan hasta donde llegan: aunque se le abran los ojos, uno no puede descubrir lo que no es. Y el ser humano es criatura, sobre todo cuando pretende llegar a ser Dios por un camino equivocado, justamente el de prescindir de él.