La estatua
“Lamentamos profundamente el derribo de la estatua de Fray Junípero Serra en San Francisco y queremos recordar hoy su gran labor en favor de las comunidades indígenas”, se podía leer este sábado en la cuenta oficial de Twitter de la Embajada de España en los Estados Unidos. El hecho al que se hace referencia había ocurrido en el parque del Golden Gate, donde en torno al medio millar de manifestantes derrocaron al fraile y pintaron de rojo, a pocos metros, un busto de Cervantes, bajo el cual se encontraban don Quijote y Sancho Panza. Al autor del siglo de Oro lo han etiquetado como “Bastard”.
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La medida, producida días después de retiradas de imágenes de Cristóbal Colón o de la reina Isabel la Católica, se ha producido en el contexto de las revueltas ciudadanas que, con mayor o menor intensidad, se han producido por medio mundo para reescribir la historia sin el concurso de los “racistas” y “genocidas” que en el mundo han sido. En este penúltimo episodio se manifiesta la dialéctica que domina la historiografía populista y maniquea de la conquista y de tantos otros episodios de la historia en las que interviene el hecho religioso. En el caso del santo franciscano de vez en cuando surgen protestas que le asimilan con la cara más amarga de la conquista.
Esto ha ocurrido precisamente en san Francisco, la ciudad que lleva el nombre del fundador al que pertenecía fray Junípero Serra. En 1776 se establecieron los primeros colonos en la bahía y la misión franciscana se dedicó a su patrón. En 1781 se elegiría otro nombre franciscano para otra colonia algo más al sur: El Pueblo de la Reina de los Ángeles, donde fray Junípero fue uno de los primeros moradores. Ahora, lo mismo cae una película como ‘Lo que el viento se llevó’ que un fraile que fue propuesto por el estado de California para ser su representante en el Salón de Estatuas del Capitolio por su defensa de los indios, y eso que cada estado solo puede proponer a dos personas. El fraile era el único español del lugar, ¿hasta ahora?
(1/5) Lamentamos profundamente el derribo de la estatua de Fray Junípero Serra en San Francisco y queremos recordar hoy su gran labor en favor de las comunidades indígenas.
Hilo ⬇️ pic.twitter.com/poj4RYbY65
— Embassy of Spain USA (@SpainInTheUSA) June 20, 2020
El fraile
Fray Junípero es santo desde 2015. El papa Francisco lo canonizó en una celebración en Washington. Nacido en Mallorca el 24 de noviembre de 1713 su nombre secular era Miguel José Serra Ferrer y su familia no era de posibles. Entró en los franciscanos y profesó el 15 de septiembre de 1731, pasándose a llamar Junípero. Dedicado a la formación de los jóvenes frailes, lo dejó todo en 1749 y partió como misionero a México dedicándose durante más de 8 años a la evangelización de la población nativa. De ahí, en 1769 pasó a la llamada Alta California. Cuando llegó, con 56 años, los indios le llamaban “el viejo”.
De su etapa mexicana es la llamada ‘Representación’ de Serra (1773) ante las autoridades españolas de la Alta California. Este texto ha sido considerado la “Carta de los Derechos” de los indios; una parte decretaba que “el gobierno, el control y la educación de los indios bautizados pertenecerían exclusivamente a los misioneros” como medida de protección frente a los abusos. Entonces ya pensaba: “En California está mi vida y allí, si Dios quiere, espero morir”.
Allí fundó 9 de las 21 misiones españolas. Famosas son las de San Diego de Alcalá, que da nombre a la ciudad actual. En todas ellas destacó por su servicio y entrega a la comunidad nativa, evangelizando y desarrollando proyectos de enseñanza de oficios, educación y alimentos. Murió el 28 de agosto de 1784 en la misión de San Carlos Borromeo, cerca de Monterrey y donde hoy se veneran sus restos. Allá por donde pasó, dijo el papa Francisco en la homilía de la canonización, “buscó defender la dignidad de los indígenas que evangelizó”.
Fray Junípero Serra, señaló Francisco, “supo vivir lo que es «la Iglesia en salida», esta Iglesia que sabe salir e ir por los caminos, para compartir la ternura reconciliadora de Dios. Supo dejar su tierra, sus costumbres, se animó a abrir caminos, supo salir al encuentro de tantos aprendiendo a respetar sus costumbres y peculiaridades. Aprendió a gestar y a acompañar la vida de Dios en los rostros de los que iba encontrando haciéndolos sus hermanos. Junípero buscó defender la dignidad de la comunidad nativa, protegiéndola de cuantos la habían abusado. Abusos que hoy nos siguen provocando desagrado, especialmente por el dolor que causan en la vida de tantos”.
Y es que este elemento es tan importante que la beatificación se produjo en el contexto de un encuentro de Juan Pablo II con comunidades indígenas realizado un año antes, en 1987 en Arizona. Allí, el Papa, señalan los franciscanos, “alabó los esfuerzos de Serra para proteger a los indios contra la explotación. Tres días más tarde el Papa visitó la tumba de Serra en la Misión de San Carlos Borromeo y recordó la Representación de Serra en 1773 en favor de los indios de California. Juan Pablo II dijo que Serra y sus misioneros compartían la convicción de que «el Evangelio es un asunto de vida y de salvación. Ellos estimaban que al ofrecer a Jesucristo a la gente, estaban haciendo algo de un valor, importancia y dignidad inmensos». Esta convicción los sostenía frente a cualquier vicisitud, desazón y oposición”.