¿Hay que decir “patria” o “matria”?


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Asistimos durante los últimos tiempos a una cruzada por la “neolengua”. La última aportación a esa cruzada ha sido la de sustituir la palabra “patria” por “matria”. ¿La razón? Que están apareciendo ciertas demandas del Estado “matria”, que es “cercano y cuidador”, frente al Estado “patria”, que es el que “pone orden” y se identifica con la “autoridad”. Eso al menos es lo que afirmó el director del CIS, José Félix Tezanos, apoyando así a Yolanda Díaz, ministra de Trabajo y autora del “hallazgo”.



No sé si el Estado es un señor con tendencias patriarcales que debe cambiar de “género” y convertirse en una mujer “trans” entregada al cuidado de sus “hijos”. Por cierto, identificar a la mujer con el cuidado, ¿no es confinarla en un rol y tratarla de forma sexista? En todo caso, la identificación de una colectividad humana –un país, un pueblo– con una mujer no es algo nuevo. Lo vemos en la Biblia en repetidas ocasiones.

Poema contra Babilonia

En efecto, en el capítulo 47 de la profecía de Isaías, por ejemplo, leemos un poema contra Babilonia que canta su caída. Estos son sus primeros versículos: “Cae abatida sobre el polvo, virgen hija de Babilonia; siéntate en tierra, sin trono, hija de los caldeos: ya no te volverán a llamar tierna y delicada. Toma el molino y muele la harina, quítate el velo, recoge tu vestido, descubre las piernas para atravesar los ríos. Que se descubra tu desnudez, que vean tus vergüenzas. Tomaré venganza y nadie intercederá” (Is 47,1-3).

 

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Asimismo, en el capítulo 54 del mismo Isaías encontramos un cántico que exalta a Jerusalén: “Exulta, estéril, que no dabas a luz; rompe a cantar, alégrate, tú que no tenías dolores de parto: porque la abandonada tendrá más hijos que la casada –dice el Señor–. Ensancha el espacio de tu tienda, despliega los toldos de tu morada, no los restrinjas, alarga tus cuerdas, afianza tus estacas, porque te extenderás de derecha a izquierda. Tu estirpe heredará las naciones y poblará ciudades desiertas” (Is 54,1-3).

También en el Apocalipsis encontramos el fenómeno. Así es cómo el vidente de Patmos describe la Jerusalén celestial: “Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado para su esposo” (Ap 21,2).