Ya se ha establecido que este mes de marzo, aparte de san José, las mujeres sean protagonistas, con el día 8 como gran puerta de entrada. Y en esa celebración no faltan los consabidos ataques y críticas a la Iglesia por su machismo.
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El ‘Evangelio de Tomás’
Aunque no carezcan de razón muchas de esas críticas, yo siempre recuerdo un texto de los primeros tiempos del cristianismo. Se trata de un evangelio apócrifo: el ‘Evangelio de Tomás’, al que los autores conceden mucha importancia por varios motivos. Se trata de un texto –probablemente del siglo IV– que se ha conservado en copto, pero cuya composición original es mucho más antigua; de hecho, algunos especialistas han llegado a situarlo aproximadamente en el tiempo de los evangelios canónicos, por tanto, en la segunda mitad del siglo I.
Una característica de este evangelio es que está compuesto casi exclusivamente por dichos del Señor, supuestamente transmitidos por el apóstol Tomás (de ahí su título). En concreto, el evangelio recoge 114 dichos, algunos de ellos con un cierto tono gnóstico (una “herejía” de los orígenes cristianos). El último dicho, el que cierra la obra, es el que me viene a la memoria cada mes de marzo:
“Simón Pedro les dijo [a los otros apóstoles]: ‘¡Que se aleje Mariham [María Magdalena] de nosotros!, pues las mujeres no son dignas de la vida’. Dijo Jesús: ‘Mira, yo me encargaré de hacerla varón, de manera que también ella se convierta en un espíritu viviente, idéntico a vosotros, los hombres, pues toda mujer que se haga varón entrará en el reino del cielo’”.
Después de leer este pasaje, me parece que se entiende perfectamente que este texto no entrara a formar parte de la lista de libros canónicos (aunque quizá su rechazo no se fundamentó, primeramente, en las razones que hoy esgrimiríamos) y, por tanto, que en cierta forma las comunidades eclesiales le “quitara la razón” tanto al texto como al grupo que lo sustentaba.
Hoy sabemos que el cristianismo fue adaptándose a las estructuras sociales del Imperio romano, y que esa adaptación conllevó en gran parte una progresiva relegación de la mujer a los espacios considerados adecuados para ellas: la casa, mientras que los varones ocupaban mayoritariamente los espacios públicos. No obstante –y aunque no se suela reconocer–, en el evangelio se pueden encontrar suficientes motivos para no discriminar a las mujeres.