Cuando estas líneas vean la luz, ya sabremos el desenlace de esa decisión insólita de Pedro Sánchez de “retirarse” de la vida pública y política durante unos días para tomar la decisión de si merece la pena seguir siendo presidente de Gobierno. Naturalmente, una decisión como esta ha generado infinidad de interpretaciones: desde que se trata de una pura decisión personal, a la que se exige el máximo respeto y apoyo, hasta que es una maniobra táctica para recabar apoyos e incluso una artimaña para acabar con lo que el mismo Pedro Sánchez denominó “fachosfera” judicial, mediática y política.
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Sea como fuere, dedicar un tiempo para pensar las circunstancias de la vida o repensarse a sí mismo –más allá de la irresponsabilidad que pueda suponer en algunos casos– suele ser un ejercicio sano y conveniente. En la Biblia, concretamente en el Nuevo Testamento, tenemos un ejemplo clarísimo: el de Jesús.
En efecto, todos los historiadores coinciden en que Jesús de Nazaret llevó una vida “normal” durante la mayor parte de su vida (aunque probablemente no sea muy ajustado, se habla del taller de Nazaret y a Jesús trabajando en él). Sin embargo, en un momento determinado, y antes de lanzarse a lo que se ha llamado la vida púbica o el ministerio, empleó un tiempo de “preparación” para ese tiempo que venía. Por eso se habla de un período de cuarenta días (es decir, un tiempo cerrado), tras el bautismo, en el que los evangelios sinópticos sitúan las tentaciones. Para Marcos y Mateo es el Espíritu Santo el que empuja a Jesús al desierto; para Lucas, Jesús, “lleno del Espíritu Santo”, se dirige a ese lugar inhóspito por donde el Espíritu le va llevando.
Siempre acompañados
Muchos historiadores consideran que fue la muerte de Juan Bautista lo que hizo que Jesús descubriera que su misión debía tomar un nuevo rumbo. Así, de pertenecer al grupo del Bautista, Jesús pasó a una predicación en Galilea –con palabras y obras– de lo que él llamaba el “reino de Dios”, es decir, una “nueva” imagen de Dios haciéndose presente entre los hombres y estableciendo entre ellos unas nuevas relaciones (fraternas y filiales).
Es bueno de vez en cuando tomarse un tiempo para decidir serenamente sobre cómo seguir viviendo. La tradición cristiana lo sabe muy bien, como se ve, por ejemplo, en los Ejercicios espirituales de san Ignacio. Pero lo más importante es saber que durante ese tiempo de reflexión no estamos solos para tomar decisiones, siempre hay Alguien que nos acompaña.