Desde 2014, ha ido produciéndose en Siberia un extraño fenómeno que ha intrigado y alarmado a todo el mundo. Sin aparente razón, se abren cráteres de grandes dimensiones: el del pasado verano (el 17º conocido por ahora) tiene 50 metros de profundidad y 40 de diámetro.
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La denominación científica de este accidente geológico es hidrolacolito. El origen es el descongelamiento del permafrost o permahielo, capa de subsuelo congelado de las regiones periglaciares. Tiene un espesor variable, que llega a alcanzar un kilómetro y medio. Entre un quinto y un cuarto de la superficie del planeta posee esa capa de tierra congelada.
⏯️ Hidrolacolitos (2)
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— Revista Vida Nueva (@Revista_VN) June 27, 2021
El calentamiento global está deshelando el permafrost y eso deja vacías extensas capas subterráneas de 10-15 metros de grosor. En esos vacíos se va acumulando metano, cuya densidad aumenta hasta que explosiona y hunde todo el suelo superior. Así se forman los hidrolacolitos.
Permafrost
El fenómeno viene generándose desde hace décadas y nadie lo había advertido porque estaba en las capas profundas. Cuando se han comenzado a producir los hundimientos, ya es una catástrofe imparable e irreversible. Estos primeros hundimientos siberianos son el comienzo de un fenómeno que el cambio climático extenderá por toda la tierra que descansa sobre permafrost. Solo una honda conversión ecológica de la civilización humana podría ponerle solución, pero solo a muy largo plazo.
Es una metáfora que nos ayuda a comprender nuestro mundo. Este fenómeno de un desplome inesperado, porque se ha perdido el fundamento sobre el que se sostiene la tierra, representa una experiencia que no solo sucede en el terreno físico, sino en ámbitos sociales, políticos, culturales, económicos, educativos, religiosos, etc. Hay enormes cráteres en la piel de nuestro planeta. Los vaciamientos de hoy van minando los cráteres del mañana.