DOMINGO
Busco misa a primera hora. 8:30 AM. Por exigencias del guión. Viajo a Roma. Convento de las carmelitas del Cerro de los Ángeles. Llego nada más arrancar. Entro. Cuando me voy a situar en el último banco, un voluntario me invita a salir. Vamos, me echa. Muy educado, pero no me da margen de maniobra. Fuera, me explica que no puedo acceder con pantalones cortos. Me muestra los carteles de la entrada y argumenta que el Papa ha prohibido su entrada de esa guisa a la Basílica de San Pedro. Con carteles incluidos.
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La realidad es que llevo un polo y un pantalón de vestir. Corto, pero de vestir. Me ofrece ponerme un pantalón largo. Podría haber accedido. Suelo ser dócil en estas situaciones. Pero me negué. Preferí escuchar el argumentario. “Las madres carmelitas son la máxima autoridad en este templo”. Maravillosas. No podrían ser menos. Le remití al vicario del Cerro y al obispo. Dio igual. “Poniéndose los pantalones largos, honra a Dios”. Me superó. Y respondí. “Con mis pantalones cortos, también”.
Solo le faltó el argumentario de la indumentaria en una mezquita o en una sinagoga. Pero no forcé más. A estas alturas de la película, uno empezó a retomar su pasado como analista de ‘dress code’, lo mismo en una alfombra roja que en una catedral. Me fui. Con la misma dignidad con la que el día anterior pisé La Almudena con el protocolario traje oscuro. Soy el mismo.
Con los mismos pecados, o más, que los que llevaban pantalones largos y estaban dentro. Me ha tocado hacer puerta, como voluntario y como currito, en no pocos eventos eclesiales y civiles. Y nunca me topé con una reserva al derecho de admisión así. Con los ojos enjugados, volví a casa, pensando en tantos portazos que damos como Iglesia a quien no honra a Dios porque no viste filetata, pero lleva en su interior lamparones de órdago.
Llego a Roma. Escribo a Ángel. Le cuento lo sucedido. Me invita a celebrar la misa con él por la tarde. Y con Calasanz. En la habitación del santo. El que nunca juzgó ni a sus escolapios y ni sacó el metro para medir la dignidad de los chavales del Trastévere.
DOMINGO
En la puerta de la Basílica de San Pedro. Pregunto al personal responsable del acceso. Me confirman que el principal templo del orbe católico sí permite entrar con pantalones cortos. Cosa distinta es ir en bañador o con una pernera que enseñe más muslo del que esconde. El polígrafo de Conchita dice que el decreto cerril… miente. Actúese en consecuencia.
LUNES
Un arzobispo y sus seminaristas también fueron vetados para entrar en el convento. Maravillosas.