En cinco días saldré con un grupo de jóvenes a andar por este camino del Apóstol Santiago, camino de las estrellas, camino de búsqueda y de fe. Es ya la segunda vez que lo hago, aunque la primera vez en solitario, y aun así sé que será nuevo.
Hay muchos pasajes antiguos –y también relatos bíblicos– que narran viajes iniciáticos, donde el protagonista busca, pierde y encuentra. Son etapas típicas en todo crecimiento, en todo camino de fe: momentos de búsqueda, encuentros con personas que te ayudan, desprendimiento de pequeños actitudes y tesoros a los que te sientes aferrado, momentos de emociones y experiencias de lucha, incluso de muerte… para llegar al final a la meta deseada.
En el fondo, hacer el camino, es “descentrarse”, pues vivimos encajados en una monotonía inflexible que nos mantiene incapacitados para cualquier tipo de cambio y novedad en nuestras vidas. Esta ruptura con el eje sobre el que siempre hemos rotado, supone un ejercicio de ascesis, y por lo tanto no es un sentimiento espontáneo, fácil o transitorio. La ascética es necesaria en nuestra vida… aunque ahora sea más difícil, por la sociedad hedonista que nos envuelve.
Lo importante es no perder la meta
Es verdad que muchas personas de las que me encontré por el camino de Santiago no eran peregrinos, pues no buscaban nada, y no tenían más meta que disfrutar del paisaje, de la gente, de los momentos, del viaje… habían perdido el olfato de la escucha. “Escucha”, ante todo, es atención despierta y sobre todo acogida del otro. Es la actitud fundamental en el camino de la fe y de la búsqueda.
Descubrí el Camino de Santiago como el icono de la vida, que nos exige flexibilidad para renunciar a nuestros propios proyectos por muy lícitos que sean. Lo importante es no perder la mirada en el horizonte de la meta, es descubrir paso a paso, que somos peregrinos y que vivimos una existencia efímera. Este sentido de provisionalidad está lleno de tentaciones, sobre todo la de habitar la ciudad, parar y no seguir adelante, abandonarse en la desesperanza y buscar una justificación para adocenarte viviendo en el cómodo sinsentido. Al final nos hacemos insensibles preocupándonos tan sólo de nosotros mismos.
Al amanecer del nuevo día vuelven a tu corazón las razones por las que saliste a caminar. ¡Quien nada abandona nada puede encontrar! Esta experiencia del camino exige desprendimiento, provisionalidad, y sobre todo humildad. El que intenta llevarse consigo lo más posible, el que se mantiene en el antiguo estado de cosas, tiene pocas probabilidades de llegar a la meta. Añorará repentinamente lo que ha dejado atrás, preferirá la seguridad a la aventura, por eso todos los días debemos superar la prueba del estancamiento.
“No sustituimos un mundo por otro”
Hay en el camino etapas determinadas por el tiempo y el espacio, pero las etapas fundamentales son las del corazón: las pruebas y dificultades del viaje que hay que superar. Muchos se encaprichan con lo primero que encuentran. Otros, fatigados, piensan que se han equivocado y se hunden. Y algunos sucumben al mundo de las apariencias o se montan sus propios castillos en el aire. ¡El discernimiento y el orden de prioridades son necesarios!
Cuando no hay nadie a mi alrededor, en la soledad del camino, descubrí la renuncia, el morir a uno mismo. Supone el único camino hacia dentro que todos descubrimos cuando hemos puesto en peligro la vida. Para hacer este recorrido hacia el interior necesitamos educadores que nos conduzcan y acompañen, que nos ayuden a interpretar los acontecimientos y la propia vida. La salvación sólo llega en el momento de la amenaza más extrema. ¡El que pierde su vida la gana!
Finalmente, todos volvemos al lugar de donde habíamos partido, es el viaje de vuelta. No sustituimos un mundo por otro, sino que cambiamos la mirada gracias a la experiencia vivida en el camino. Interioridad y compromiso se ven demasiado disociados por la gente. Pero la realidad es que la superficialidad no crea, no construye, no ayuda a crecer. ¡Sin viaje, sin disciplina y sin esfuerzo nada se resuelve! El camino conforma al peregrino y le abre una brecha en el corazón y surge en su intimidad el anhelo de sobrepasar los límites de lo conocido ¡Buscamos horizontes de Absoluto, muchos buscamos a Dios!
¡Ánimo y adelante!