Desde hace algunas semanas noto ganas de gritar, reclamar, ganas de juntarse y sentirse arropadas por una sociedad, aún machista, que necesita su voz, su organización, su lucha, su reivindicación… Hablo de la mujer.
Somos muchos los hombres que hemos ido cambiando nuestra mirada, y a ello nos han ayudado las mujeres de nuestro alrededor que llevan años invisibilizadas. Es en los últimos años cuando la sociedad en su mayoría ha acogido esta lucha en la que el hombre debe de tener otro protagonismo (menor, por supuesto) aunque necesario. Hay muchos aspectos interesantes que podríamos analizar: el papel del hombre, las acciones que en nuestro día a día contribuyen a la desigualdad, los cuidados que históricamente se han vinculado a lo femenino y se ha silenciado su peso en nuestra economía y sociedad, el lenguaje sexista, las leyes… No puedo abordarlos todos en este espacio, tampoco soy la persona ideal para hacerlo, pero os invito a informaros y reflexionar. Y quizás, más adelante, vuelva sobre ello.
Feminismo
Es muy importante informarse antes de, incluso, pensar. No son pocas las personas que opinan que el feminismo ataca la libertad del hombre o actúa contra todo varón. Esto está muy lejos de la realidad, porque significa igualdad real de hombres y mujeres, dignidad para ambos, oportunidades, derechos, voz… iguales. Es una palabra bonita, con significado necesario y urgente. Y sí, requiere que los varones perdamos ciertos privilegios.
El desempleo femenino es mayor que el masculino (se agrava más si eres joven); la brecha salarial existe y esa diferencia está ligada a los distintos puestos de trabajo desempeñados, presencia del ámbito público y privado, o la parcialidad del empleo de las mujeres para poder hacerse cargo de los cuidados. Por todo esto, los datos, aunque con intentos de justificación por muchas partes, muestran una clara discriminación de acceso a determinados sectores, empleos, puestos, salarios… por el simple hecho de ser mujer.
Los datos de violencia de género son alarmantes y eso teniendo en cuenta que son insuficientes e irregulares, pues no hay un consenso en cuanto al “feminicidio” claro entre todos los Estados. Fuera de nuestras amadas fronteras, el problema se agrava más en los países empobrecidos, pues si la sociedad entera está olvidada, dentro de eso, la mujer aún lo está todavía más.
Iglesia
¿Desde la Iglesia perpetuamos esta sociedad machista? ¿O nos centramos en cómo Dios (Padre y Madre) quiere a las mujeres? Tenemos que paramos a pensar como actuaba Jesús con ellas en una sociedad en la que la mujer no valía nada, excepto para satisfacer al varón y estaba sometida a su criterio, gustos y decisiones.
Uno de los sacerdotes de la JEC escribía hace unos días: “En el siglo XXI, la Iglesia no puede concebir y pensar la realidad de la mujer en su seno como en los siglos anteriores. Las cosas han cambiado, la realidad ha cambiado, las leyes han cambiado y la conciencia social también. En la actualidad, ¿entenderíamos una familia en la que solo los varones tuvieran la palabra y el poder de decisión? Y que conste que no hablo tanto de ejercer un poder, sino en reconocer a la mujer, en toda su dimensión teologal, como mujer y como bautizada e hija de Dios. Lo siento, pero el feminismo que late cada vez más fuerte en la Iglesia, no será nunca un “machismo con faldas”, sino una fidelidad a Jesucristo”. Y yo aplaudo sus palabras, y me emociono al ver que la Iglesia también piensa así.
Pero seguimos llegando tarde y mal, es una urgencia, y solo con ser fieles a Jesucristo deberíamos romper con esta estructura eclesial y social machista. Los movimientos juveniles de Acción Católica Especializada hemos lanzado una campaña para visibilizar a mujeres que trabajan por construir una sociedad más justa e igualitaria, que son el signo del Reino de Dios, que necesitan ser visibilizadas, como otras tantas a lo largo de nuestra historia.
Hoy empieza la cuaresma. “Convertíos y creed en el Evangelio” me parece el mejor consejo a seguir en estos días. Ser este 8 de marzo testigos de esta conversión. Y aunque me cuesta porque me duele, yo me callo, no es mi turno, el turno es de ellas.