En artículos anteriores sobre interiorismo espiritual —crear o reformar estancias para la actividad meditativa, contemplativa u orante— diseñados principalmente con luz, hemos mostrado los cilindros de Sanborn, los cubos de Anila, las palabras de Holzer, programas de videomapeo —video mapping—, los conos de luz de Verstand y Zisiadis, la cortina noruega de luz, las lluvias de luz, la Escalera de Jacob de Bergery & Campbell, los túneles de luz de Event, la alfombra de Chevalier y las iluminaciones convencionales de la arquitectura interior. Todos son recursos e instalaciones que crean interiorismos sugerentes y experiencias espirituales o religiosas.
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Entre los centros creativos ha resaltado la Grace Cathedral de San Francisco, con su brillante programa de artistas residentes. En este artículo vamos a conocer las dos intervenciones de arte de luz más importantes en la reforma de espacios sacros. Los autores son Dan Flavin y quien muy probablemente es el mayor artista de la luz, el famoso luminista estadounidense James Turrell, que ha hecho de la creación con luz de espacios de meditación y la espiritualidad el centro de su actividad.
La iglesia de Flavin
El artista neoyorquino Dan Flavin (Queen, 1933-1996) fue un creador clave del arte conceptual y minimalista de la segunda mitad del siglo XX. Su trabajo con la luz remite a 1961 y no cesó de avanzar en la investigación sobre esa fuente compositiva. Su desarrollo culminó en el rediseño de la milanesa Iglesia de Santa María de la Anunciata o Chiesa Rossa.
La Iglesia de Flavin es una parroquia con una intensa vida comunitaria y celebrativa, es un templo vivo y dinámico que ha osado a llevar la modernidad más rompedora a su interior –https://www.parrocchiachiesarossa.net/–.
La iluminación crea una combinación que concentra la mirada en el eje vertical del presbiterio, al que se ha dado el color dorado que representa lo sagrado. El azul celeste del cañón de la nave eleva a la idea de gloria, mientras que los azules marinos de la nave baja crea un ambiente de fusión y un hondo sentimiento oceánico que une a la divinidad que nos envuelve. El rosado de la fachada final crea un efecto crepuscular del que emerge el dorado solar del presbiterio. En su conjunto parece que Flavin ha querido representar aquel momento evangélico mesiánico en el que se dice que una Luz se levantó para la Humanidad, o incluso el ambiente del ocaso cuando Cristo resucitado recibió a los apóstoles en la playa del Mar de Galilea para compartir la cena, igual que con los discípulos de Emaús: quédate con nosotros, que anochece.
Dan Flavin ha hecho algo que es difícil: crear un espacio ambivalente al que acuden creyentes tradicionales y nuevas personas interesadas por la experiencia que ha diseñado el artista neyorquino. Es muy sugerente la escenografía evangélica que ha creado junto con la referencia al sentimiento oceánico tan propio de la mística universal. En ambos imaginarios la gente encuentra serenidad e inspiración para profundizar.
La capilla de Turrell
Turrell nos va llevar de su capilla a una obra muy abundante en el terreno de los espacios de espiritualidad. La obra más sencilla para iniciarnos en Turrell es la remodelación que emprendió de la capilla funeraria del cementerio berlinés de Dotheenstadt, perteneciente a la Asociación de Cementerios Evangélicos del Centro de Berlín –https://billetto.eu/users/evangelischer-friedhofsverband-berlin-stadtmitte–. Es el cementerio donde descansan los restos mortales de Bertold Brecht, Hegel o el arquitecto Karl Friedrich Schinkel, además de contener un memorial que homenajea a los resistentes contra el nazismo.
En su reforma de 2015, Turrell no alteró la estructura interior de la capilla, sino que intervino instalando focos LED con absoluta discreción, de modo que parece que la luz no tiene fuente, sino que emerge de las cosas mismas. La luz turrelliana es siempre interior, incluso cuando parece proceder de fuera. El rediseño lumínico de Turrell minimiza las sombras, parece un ámbito puro. La capilla fue construida en 1927 y fue remodelada en 2015 por el arquitecto Nedelykov Moreira, quien le dio su actual aspecto minimalista. Cuenta con largos ventanales opacos que van del suelo al techo y permiten el paso de luz.
La instalación alcanza su apogeo al atardecer ya que el artista ha programado el color, tono e intensidad de las luces de modo cambiante dependiendo de la hora y forma de la luz en el exterior. Al atardecer crea el efecto de que la última luz solar que entra es de color ámbar. La capilla, carente de representaciones figurativas, replica el patrón del templo cristiano, incluido el presbiterio, pero está preparado para que puedan celebrarse otras ceremonias de modo inclusivo. De manera muy significativa, lo único que permanece es una gran Biblia abierta sobre el altar, entre dos velas y a su lado un crucifijo sencillo, pero potente. Biblia, Cruz y velas parecen también iluminadas y, al a vez, fuentes de luz.
El ciclo de colores varía cada dos minutos y diez programas –que incluyen las coloraciones para los tiempos litúrgicos– van generando combinaciones que crean experiencias cromáticas que invitan a la meditación, a examinar el estado de ánimo, a serenarse e interiorizar. En total se han creado doce ambientes de luz diferentes, número de gran significado bíblico.
La coloración lumínica crea superficies depuradas, limpias, purificadas por la luz y que muestran la interioridad de cada cosa en su expresión luminosa. Las luces de Turrell son tan expresivas como serenas. Muestran una honda y singular personalidad, a la vez que son humildes y hospitalarias, suaves y amables. Sus iluminaciones siempre muestran un alma pacífica y acogedora, confiada y confidente, dulce y envolvente. Es un espíritu en el que moverse, estar y existir.
En la capilla el altar guarda una singularidad siempre destacada, se convierte en el punto de fuga de cualquier mirada. Tradicionalmente ligado a la mesa eucarística y la Última Cena de Cristo, atrae toda la luz y desprende una luz que se hace fuente y centro, carácter que caracteriza a la Mesa de Cristo. A la vez, la metáfora de la mesa se hace común a todos los que han compartido tantos momentos de comensalidad con sus familiares y por tanto es un símbolo universal e inclusivo que tiene distintos alcances y evocaciones dependiendo de las creencias de los participantes.
Tanto Flavin como Turrell rediseñan dos templos con una intervención poco alteradora, crean con un formato minimal un imaginario polivalente e inclusivo, crean varios mundos que trascienden las paredes de sus iglesias, ya que la luz parece extender la edificación, la convierte en una estancia de luz que siempre es una experiencia de trascendencia y, en último término, escatológica.
*Créditos: Las fotografías de la Iglesia de Santa María de la Anunciata pertenecen a Wikipedia y la web oficial de la parroquia. Las imágenes de la capilla de Turrell proceden de la web oficial de la Asociación de Cementerios Evangélicos del Centro de Berlín. Ninguna imagen es usada con ánimo de lucro, sino con fines culturales y educativos, con el beneficio de la difusión de la obra del autor.